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Raúl Pérez Reyes / Buenos políticos y políticas públicas

Los buenos políticos y las buenas políticas públicas: cuan necesarios son.


Los individuos tienen distintas opiniones sobre temas que tienen que ver con su vida en comunidad: las políticas públicas. Estas opiniones se reflejan en preferencias y prioridades para las mismas.


Los actores políticos y los partidos políticos en una democracia tienen como propósito reflejar dichas preferencias y por tanto sus prioridades.


Pero el sentido de la relación entre los individuos (los electores) y los políticos (los elegidos) es en 2 direcciones: en un primer sentido, los electores instruyen a sus representantes (los políticos), de forma implícita mediante el mecanismo de reelección, a que voten o rechacen determinados temas de la vida en común: reflejado esto en las encuestas de opinión y aprobación de los políticos en ejercicio; y, en segundo sentido, los políticos tienen que explicarle a sus votantes las distintas alternativas de política pública y los impactos en su bienestar, de tal forma que el político debe buscar que convencerlos de apoyar la opción que mayor bienestar les permita tener a los votantes.


Cuando sólo prima el primer sentido, estamos ante una sociedad donde los políticos son populistas y demagógicos: hacen lo que la gente “quiere”, sin importar si eso es bueno para la misma gente que voto por ellos. El segundo sentido, define al político estadista, que hace que la gente reflexione sobre un tema de política pública e incluso los hace cambiar de opinión.


El caso de la llamada “ley pulpín” es un excelente ejemplo de lo anterior. La situación pre existente era que la empleabilidad formal de los jóvenes era baja y la ley buscaba dar incentivos a las empresas a contratar formalmente a los jóvenes (es posible plantear soluciones alternativas a las que planteó dicha ley). Los políticos populistas pidieron que se derogara la ley, porque veían que los jóvenes no estaban de acuerdo, esto es, la acción pública en el primer sentido. Si hubiese habido políticos estadistas, habrían explicado los costos y beneficios de la ley en el empleo juvenil y habrían criticado la ley para mejorarla, además de convencer a los jóvenes de la necesidad de una ley sobre el tema, más allá de la propuesta concreta que se buscaba derogar. Ese tipo de políticos no aparecieron y la ley se derogó sin proponer una mejora en la situación previa y por tanto la derogación de la ley no mejoró el bienestar de los jóvenes.


La competencia política, consiste en que los políticos y los partidos políticos busquen representar las preferencias de los votantes a los que quieren representar, de forma que estos voten por ellos, pero si los políticos no se preocupan por explicar a sus votantes las alternativas de política pública que les permite mejorar el bienestar, sólo veremos que el sentido de la relación será el primero (el populismo demagógico) y veremos como la competencia política será ruinosa y derivará en una espiral de populismo y demagogia, desde la derecha y la izquierda, que terminará marcando la pauta de las decisiones políticas futuras, donde lo que primará será el retorno político de corto plazo, pero donde nadie hablará del bienestar general de nuestro país en el futuro.


Sólo para terminar, miremos el caso de las vacunas, sale un reglamento que da espacio a que la vacuna contra el Covid puede ser vendida por laboratorios privados, lo que implicaría que quienes tienen disposición a pagar precios altos por la vacuna lo hagan antes que aquellos que no tienen los recursos para pagar la vacuna, eso parece injusto a primera vista, los políticos populistas, siguiendo la opinión de algunos sectores de la población, se aprestaron a cuestionar la norma y pedir que se derogue: la salud no puede ser privatizada, dijeron inmediatamente.


Que tendría que decir un político que piense en el bienestar general: el problema es que se requiere vacunar a la toda población en el menor tiempo. Si excluimos a las empresas privadas en la vacunación, lo hará sólo el Estado. Luego, hay que preguntarse si dado lo mal que funciona nuestro Estado, ¿lo hará en el menor tiempo posible? La respuesta es contundente: NO, pues no tendrá la logística resuelta de forma adecuada en los sitios necesarios y lo que veremos son largas colas y un caos para definir quienes se vacunan primero, segundo, etc. Donde seguro que las recomendaciones y compadrazgos serán la regla (curiosamente allí los ricos tienen ventajas vía sus redes sociales y la tan deseada igualdad ante el Estado no se logrará).


Si se permite que los privados vendan y apliquen vacunas, el Estado Peruano no tendrá que subsidiar a quienes si pueden pagar por la vacuna y eso dejará espacio para vacunar a más peruanos que lo necesitan y no lo pueden pagar y en menor tiempo. La lógica de prohibir a los privados la vacunación es: no hay vacuna para los pobres por culpa del Estado ineficaz entonces no hay vacuna para los ricos, cuando los ricos se irán a vacunar a países cercanos.


Se debería buscar que los pobres tengan la mejor vacuna y en las mejores condiciones, el Estado podría llegar a acuerdos con privados, complementarios a los que está logrando con otros gobiernos, para adquirir y aplicar vacunas, pero no parece ser ese el propósito, va a pasar lo mismo que con las pruebas moleculares al principio de la pandemia.


Necesitamos mejores políticos, de derecha, centro e izquierda y además se requiere de partidos políticos que funcionen de verdad, para que tengamos mejores políticas públicas y para que nuestros políticos no sólo piensen en representarnos sino que miren como nos ayudan a construir un mejor futuro, aún si no estamos de acuerdo con ellos en el corto plazo.


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