El impacto de lo altamente improbable
Aludimos a Nassim Nicholas Taleb, de origen libanés (filosofo, ensayista, matemático, economista, escritor), quien en el año 2008 publica El Cisne Negro: el impacto de lo altamente improbable, fijando el desarrollo de la obra en la presencia del cisne negro como una rareza, observación única capaz de invalidar la generalidad con respecto a la existencia de cisnes blancos.
Las características principales de la obra se centran en tres aspectos: a) el cisne negro como una rareza, al mismo tiempo de ser tan improbable que se percibe tan alejado de lo “común”, b) su rara presencia produce un impacto de grandes proporciones, y c) aun cuando es tan raro y su presencia inexplicable, la condición humana especula sobre su comportamiento cayendo en interpretaciones y aclaraciones erróneas, en una suerte de ensayo error.
Pues, al adentrarme en la lectura de esta formidable obra, voy atando los cabos sueltos y misteriosos que nos genera la presencia abrupta del COVID-19, que bien se enmarca en las tres anteriores características, y en este sentido, el advenimiento de esta pandemia que no es la primera en la historia del mundo, pero si un cisne negro, una rareza para nuestra época, y es que el mundo se ha acostumbrado al cálido aletargamiento de la probabilidad cotidiana, un mundo que se subsume en la obvia generalidad de la experiencia como categoría de acción, desdeñando la rareza e infravalorando el impacto de lo altamente improbable(el autor), hasta hoy inexplicable como tal rareza (COVID-19) está ocasionando las profundas repercusiones dañinas sociales, sanitarias, económicas, entre otros.
Según expertos, la magnitud del daño que viene ocasionado el virus, sólo es comparable a la pandemia de 1918 -la gripe española-, la que se extendió de un continente a otro en no menos de 6 meses dado el limitado desarrollo del transporte, principalmente el marítimo, y en la coyuntura actual, América proyecto al COVID-19 como muy lejano para que pronto se apodere de nuestros países; no obstante, en este siglo el crecimiento exponencial de las comunicaciones en el mundo, hizo que la pandemia llegara en horas, y oh ¡sorpresa! nos cogió desprevenidos, nada más falso y brutamente engañoso (autor), en la medida que meses atrás el bicho ya estaba causando estragos de aciaga magnitud en Europa y continentes cercanos.
En este escenario de sorpresa, la intervención generalizada en el viejo continente y América para la prevención de la infección, dado el cero margen de acción que el virus nos da, se ha centrado en la improvisación de tratamientos y la búsqueda anormal (tiempo para cada fase) de vacunas para frenar su expansión, producto de la especulación de su comportamiento versus la carrera letal del virus bastante evidenciada.
Antes de la presencia de la pandemia y los antecedentes históricos de sucesos catastróficos de esta naturaleza ¿el mundo tomo conciencia a lo largo de decenas de años para mitigar la sorpresa o sorpresas que resultan de estos flagelos? o por lo menos razonar de su presencia en virtud de prepararnos sanitaria, social y económicamente para hacerle frente? o acaso es la incapacidad para comprender la rareza del cisne negro?
Lo cierto es que ni América ni Europa u otros continentes reparamos en las rarezas, no contemplamos en nuestros planes de acción contingencias de lo altamente improbable, eventualidad que “normalmente” produce fuertes impactos, y aun cuando sean positivos o negativos hay un expost distinto al ayer, un mundo diferente e inevitable por la presencia del COVID-19. De los grandes sucesos como hoy nos ocurre, más que razonar, necesitamos tomar conciencia de lo raro y lo complejo o lo sutil, para evitar la sobre o subestimación de su proceder y optar por decisiones menos erróneas.
La realidad actual bien nos lleva a adaptarnos en algunas de las expresiones de Taleb, que sin estar al pie de la letra, pudiera enmarcarse en ellas. “las sutilezas se pueden trasformar y marcar grandes diferencias de error, porque la maquinaria deductiva que se emplea en la vida cotidiana no está hecha para un entorno complicado”. El conocimiento y la complejidad de una situación a otra o de la teoría a la práctica es un atributo muy inquietante de la naturaleza humana es así que reaccionamos a una información no por la lógica impecable sino basándonos en la estructura que la rodea.
Pues el COVID-19, el impacto de lo altamente improbable, nos deja a conciencia la capacidad de adaptarnos a una diferente experiencia en lo cotidiano y concretamente en la particularidad que estamos viviendo, la que requerirá de un mayor compromiso de disciplina, responsabilidad y lealtad para con nosotros mismos, sutilezas que bien podrían marcar una gran diferencia para mejores oportunidades en lo personal o en lo social, económico o lo sanitario.
El día antes de mañana es la mejor ocasión para aflorar la inteligencia en la proyección de la inmediatez, no es difícil, no es complicado, no es complejo, sólo es una diferente forma de aprehender de la experiencia por el desenlace de una colisión pandémica que ineludiblemente modificara nuestras vidas.
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