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Carlos Anderson / Los 100 Primeros Días

Uno hubiera esperado que fuera el partido de gobierno—Perú Libre—el que diera a conocer algún comunicado o pronunciamiento “celebrando” los primeros 100 días del gobierno nacional más a la izquierda en toda nuestra historia republicana. No ha sido así. Tal parece que la división del partido de gobierno entre “cerronistas” y “representantes del magisterio” es real y no uno de esos shows mediáticos a los que nos tienen acostumbrados los políticos de izquierda.


Por ello, han sido los aliados del presidente Castillo—Juntos por el Perú—los que han emitido un corto, cortísimo comunicado, celebrando los “logros” del gobierno del presidente Pedro Castillo Terrones. Claro que—al ser versión de parte—hacen malabares para presentar meros anuncios como logros. Para muestra, un botón: la “segunda reforma agraria”, la cual—pese a lo rimbombante de su apelativo—no pasa de ser un anuncio para “la conformación de un grupo de trabajo que elabore un plan para dinamizar el agro, y en particular, la agricultura familiar”. Eso es todo. Aunque, en honor a la verdad, el gobierno del presidente Castillo si puede mostrar un éxito inobjetable: el avance en materia de vacunación. Eso, y nada más.


Y es que, por más que uno intente, es imposible negar lo evidente. Estos 100 primeros días se han caracterizado por una sensación de crisis permanente, contradicción incesante, incompetencia generalizada, nombramientos cuestionables de personas absolutamente cuestionables y hasta reprobables en un intento sistemático por “dinamitar” las instituciones democráticas, y en particular las instituciones de carácter económico, como Indecopi, Promperú, etc.


Pero, sobretodo, estos 100 primeros días han estado signados por la absoluta ausencia de liderazgo por parte del jefe de Estado, quien ha hecho de la interpretación del significado de su mutismo un verdadero deporte nacional. Y allí no termina la lista. Queda claro que ya sea por impericia, inacción o simple accionar malicioso, el gobierno viene llevando a cabo una contra reforma educativa, eliminando criterios mínimos de control de calidad (pruebas a los maestros) así como una contra reforma del transporte, procediendo a la “reestructuración” de entidades claves como son la SUTRAN y la ATU.


En el resto del aparato burocrático, ya no queda dudas de la existencia de una estrategia de “selección adversa”, llenando puestos claves—y no solo a nivel de gabinete ministerial—con personas total y absolutamente no preparadas para manejar los asuntos del Estado. Esperar una mejor gestión estatal con semejante “capital humano” es tan inútil como sentarse a esperar que el presidente Castillo tome una decisión rápida, meditada y sensata. Y en materia de política exterior, está claro el alineamiento con los regímenes afines al “socialismo del Siglo XXI”, llegando al extremo de reconocer como legítima la dictadura del Sr Nicolás Maduro en Venezuela.


En el entretanto, los problemas que realmente importan a los ciudadanos—la falta de empleo, la inseguridad, el regreso de los niños a clases presenciales, la falta de agua y desagüe, el hambre—duermen el sueño eterno.


El gobierno, independientemente de quien sea el o la primer ministro (a), no llega a entender algo muy básico: que los bonos no son solución, que sacar militares a la calle no es solución, que gritar “pueblo, pueblo, pueblo” no es solución, que dedicar recursos, tiempo y esfuerzos a solucionar disputas de carácter ideológico no es solución.


Son 100 días que parecen años. Cien días de desgobierno, incertidumbre y confusión. Aunque quisiera que las cosas fueran distintas, la verdad es que el futuro inmediato no es muy alentador. El presidente Castillo tiene 4 años y 265 días para cambiar las cosas. Solo espero que el presidente entienda que las verdaderas necesidades del “pueblo” no aguantan más.


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