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Carlos Ginocchio / El liderazgo tranquilo y la cultura del miedo

  • Foto del escritor: Carlos Ginocchio
    Carlos Ginocchio
  • hace 4 horas
  • 5 Min. de lectura


El término ´liderazgo’ en Google presenta 15,074 entradas, y la RAE define al líder como ‘persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad” y ‘persona o entidad que va a la cabeza entre los de su clase, especialmente en una competición deportiva’, lo cual implicaría que cualquier dirigente de un club social, gremio de empresarios u organización de cualquier tipo, detenta dicha condición, y la realidad, nada más lejana a ello.

 

Recibimos valoraciones simplistas y desmesuradas, como proponer se proclame como héroes a quienes lograron clasificarnos a un mundial de fútbol, y las presentaciones como líderes al caudillo de un partido político, al gerente de una organización productiva, o cualquiera que ocupe una jefatura. Ello se produce ante la necesidad de ejemplos y paradigmas.

 

El atributo de ‘liderazgo’ requiere cualidades más allá de un nombramiento formal, sucesión, vacancia o cualquier accidente. Ojalá todos los que ocupan un lugar privilegiado, tuvieran esa condición. Ese puesto no te hace líder, aunque los ayayeros de siempre te lo hagan creer. Los pseudo – líderes tienen cinco características comunes: a) ansias de figuración, incluso por temas que no son los de su actividad dirigencial; b) se sienten los salvadores del mundo; c) incapacidad para el diálogo que los conduce a separar a sus equipos entre los ‘buenos’ por aquellos que les siguen la corriente, y los ‘malos’, los que no coinciden con sus ideas; d) son capaces de cualquier cosa para conservar su designación; e) en el corto o mediano plazo terminan desbarrancándose y perjudicando a sus instituciones, y negados por el personal que los apoyó.

 

La historia nos presenta personalidades que influyeron y consiguieron cambios en sus épocas, y en los cuales confiaron las poblaciones, y les depositaron sus esperanzas, aunque no se puede hablar positivamente de muchos, como fueron Adolfo Hitler, Joseph Stalin, Robert Mugabe, y Kim Jong Un, quienes finalmente condujeron a sus comunidades al abismo. Entre los intermedios, cito a Napoleón Bonaparte y Mao Zedong, quienes recurrieron a la violencia, pero dejaron huella en sus países, a libertadores o emancipadores, como Simón Bolívar, Camilo Cavour o Rodrigo Díaz de Vivar, que tuvieron que apelar a la guerra para liberar a sus pueblos. Y, en el extremo pacifista, los modélicos, como Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela o Teresa de Calcuta, aquellos que no necesitaron de la coacción, la brusquedad, los exabruptos, y el atropello.

 

En anterior artículo proclamé como los dos grandes líderes en la historia de la humanidad,  a quienes pregonaron la paz, proclamaron el perdón, consideraron como hermanos e iguales a todos los seres humanos, protegieron a los más vulnerables, no hicieron escarnio de los pecadores, y trascendieron en el tiempo y en el espacio: el hijo del carpintero nacido en Belén hace 21 siglos, Jesucristo, y el hijo de padres reales, nacido en Lumbini (Nepal), hace 27 siglos, Siddhartha Gautama, más conocido como Buda, quien proclamó el ‘Noble Óctuple Sendero’, con enseñanzas como el cultivo de pensamientos positivos y libres de odio, la enseñanza de la verdad evitando la mentira, y la crítica destructiva, la actuación ética y responsable, el esfuerzo para ganar el sustento de forma justa y moral, la concentración antes que el impulso. En resumen, según ‘Inteligencia Artificial’, el camino hacia la iluminación, que requiere un esfuerzo constante y la integración de la sabiduría, la ética y el desarrollo mental, y en mi opinión, cualidades que debe poseer un líder. Aclaro que Mahoma (570 – 632 d.C.) es también un personaje con trascendencia en tiempo, espacio, y millones de seguidores, aunque tuvo que utilizar para sus fines espirituales, métodos beligerantes.

 

He tenido la oportunidad de leer ‘Liderazgo tranquilo: conquistar mentes, corazones y triunfos’, autoría del exitoso entrenador de fútbol, hoy en el Real Madrid, el italiano Carlo Ancelotti, publicada en 2016, y donde manifiesta una gran verdad en la relación con sus dirigidos: ‘mantener una relación al mismo nivel, tener respeto y ser respetado. El látigo no es la manera de manejar personas, como tampoco la agresividad y el histrionismo’.

 

Agrego cinco conceptos provenientes del análisis de dicha publicación, realizado por Francisco Alcaide en su Bloc, uno de los más leídos en lo que se refiere a desarrollo personal y management: INTELIGENCIA EMOCIONAL: “Hay una cosa difícil de entender: tienes que tener una buena relación con los jugadores, pero debes ser el jefe al mismo tiempo”. GESTIÓN DE LA PRESIÓN: “Cualquier líder debe sentirse cómodo con las exigencias de su cargo”. PERSONAS: “Mi punto de partida es que los jugadores y el personal técnico son primero y ante todo personas: no vienen definidos por sus papeles, sus posiciones o sus empleos”. HUMILDAD: “Me gusta estar abierto a las ideas ajenas, vengan de donde vengan: de mis superiores, de mis iguales, de mi personal ayudante, de los jugadores, incluso de personas ajenas al fútbol”. AUTENTICIDAD: “Si salgo ganador es porque soy un tipo tranquilo; si salgo perdedor, también es porque soy un tipo tranquilo”.

 

Alcalde interpreta a Ancelotti, y define ‘liderar’, como crear contextos para que el talento florezca, espacios a los que los demás desean pertenecer, un clima de seguridad psicológica donde el talento se siente confiado y respaldado, vocación de servicio hacia la gente, y un compromiso con las personas. Si bien Alcalde resalta el término ‘compromiso’, Ancelotti menciona el respeto, pero introduce como atributo del líder, la ‘tranquilidad’, valioso e inédito en la descripción de un líder, y realmente acertado, con lo cual descarta al iracundo, alterado, y maltratador.

 

Los líderes crean ambientes como los señalados por Ancelotti, atractivos para desenvolverse, distantes de lo que una brillante ejecutiva, amiga, denomina ‘Cultura del Miedo’, que describe en un interesante desarrollo personal:  Mi hija me refirió algo que me dejó pensando: “mamá, tengo miedo que no me salga bien, mi profesora me dijo que no estuvo bien mi trabajo y me reprendió”. Entonces, entendí una vez más, cómo empieza todo. El miedo se siembra temprano, cuando se castiga el intento y se confunde ‘corregir’ con ‘reprimir’. Cuando se instala la ‘cultura del miedo’ en una Organización, las personas dudan hablar, proponer, ser auténticas, y la creatividad desaparece, la iniciativa se frena, y el colaborador ‘cumple’, pero no ‘conecta’. Trabajar con miedo es como pintar dentro de una casa con paredes invisibles. No te dicen que no puedes salir, pero sabes que si lo haces habrá consecuencias. Con el tiempo sobreviene lo peor, dejas de intentarlo, y te conviertes en un zombi. Lo vi hoy en mi hija y, también, en adultos brillantes que, por temor, bajaron el volumen de su voz, incluso lo hicieron aquellos que se convirtieron en corderos, y gozan de los favoritismos de los supuestos líderes por su sumisión. No queremos niñas (ni equipos) obedientes por miedo, o por interés, dispuestos a cambiar su sometimiento ante el caudillo de turno. Queremos personas libres, valientes, y genuinas, porque sin libertad no hay aprendizaje, y sin confianza, no existe futuro.

 

Con los años aprendí que la misión de un líder no es cambiar todo, sino solo a sí mismo. Y la de un maestro de líderes, ayudar a otros a cambiarse a sí mismos. A quienes parecen aliens maquillados de líderes, sean conscientes que estos terminarán ahogándose en su propio lodo, y que hay agravios que condecoran, como condecoraciones que agravian.


 

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