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Carlos Ginocchio / Enseñanzas de Qatar


Discrepo de quienes consideran la final de Qatar como la mejor de todos los tiempos. Considero que con Inglaterra-Alemania (Londres, 1966) es la más polémica, por los reproches generados: invasiones del gramado durante los goles de Messi y Mbappé, discutido penal a Di María, infracción a Mbappé, previo al gol de Álvarez. El mismo rótulo le asigno a todo el torneo y sus secuelas. En definitiva, el marketing y la política han invadido el deporte.


El concepto de ‘Fair Play’ (Juego Limpio) se originó 1897, en Gran Bretaña, como parte de este nuevo espíritu deportivo y desde allí se exportó a toda Europa y el mundo (‘Fair Play: sus orígenes y significados en el Deporte y la Sociedad’, de Roland Benson, 2019). Introducido por la FIFA en México 1970 con las tarjetas rojas y amarillas, y en 2018, como regla incluso para definir un empate, al punto que Japón clasificó sobre Senegal por tener igual cantidad de puntos y goles, pero dos tarjetas amarillas menos que los africanos.


El ‘Fair Play Trophy’ se entregó por primera vez en México 1970, y el ganador fue Perú. Lo recibía el equipo con menos faltas, y se considera solo a equipos que superen la primera etapa. Posteriormente, lo obtuvieron Alemania (1974), Argentina (1978), Brasil (1982, 1986, 1994, 2006), Inglaterra (1990, 2022), Francia (1998), Bélgica (2002), España (2006, 2010, 2018), Colombia (2014). El asunto es que la ‘limpieza’ no se manifiesta fuera de las canchas, y Qatar ha sido el ejemplo más representativo.


Los rozamientos en la final entre argentinos y franceses han llevado el debate más allá del encuentro. En Francia se han recabado más de 200 mil firmas para solicitar un nuevo partido – ciertamente, inadmisible - argumentando la parcialidad – y hasta venalidad – del árbitro polaco, y sustentando que los tres goles albicelestes debieron ser anulados. El juez ha declarado que los franceses incurrieron en las mismas infracciones que los sudamericanos. Se reprueba la actitud del patán arquero argentino en la celebración del vestuario, y luego en su país, haciendo mofa del mejor jugador de Francia que, dicho sea de paso, le hizo cuatro goles en la final, pero lo que no se debe pasar por alto es la grosería al recibir el premio al mejor arqueo del certamen, inmerecido pues el portero marroquí Yassine Bounou, tuvo más méritos. Este palurdo debe ser suspendido por lo menos seis meses.


Reacciones como las de Messi (‘qué miras bobo’), las de Mbappé subestimando al fútbol sudamericano, ameritarían una amonestación por parte de la FIFA. Muchos de los jugadores mundialistas son ídolos en sus países, y en el extranjero, por lo que las normas de conducta deben ser sumamente exigentes. El fútbol es una competencia deportiva, y no una conflagración, por lo que recomendaría se eliminen los himnos nacionales y se entone la canción de la amistad, no se permita a los presidentes de los países estar en el palco de honor ni acceder a la cancha, sino en una butaca como cualquier espectador, y a los equipos que sus celebraciones excluyan a las autoridades políticas.


Qatar nos deja estadísticas de todo tipo, siempre buscando el negocio. Participaciones en más torneos, goles en un partido, en una final, asistencias, y otros. La más engañosa – Churchill consideraba las estadísticas como una clase de mentira – se refiere a los goleadores. Se coloca a Messi como el máximo anotador argentino en mundiales, por anotar 11 en 23 partidos, con una efectividad de 48%, mientras que Batistuta hizo 10 en 12 partidos, una eficiencia de 82%. El francés Just Fontaine está en el cuarto lugar, tras el alemán Klose (24 goles en 16 partidos), Ronaldo Nazario (19 goles en 15 partidos), y Gerd Muller (14 goles en 13 partido), desconociendo que Fontaine hizo 13 goles en 6 partidos (216% de efectividad), y el húngaro Kocsis, 11 goles en 5 partidos (eficiencia de 220%); es decir, tributo al volumen antes que a la eficacia.


Nos dejó Pelé, el mejor jugador en la historia del ‘deporte rey’. La FIFA, en la gala celebrada en Roma el año 2,000, consideró como los mejores del siglo XX al brasilero, y a Diego Armando Maradona. Quienes defienden a Cristiano Ronaldo y Messi, afirman que Pelé nunca obtuvo el ‘Balón de Oro’, premio que recién en 1995 se otorgó a sudamericanos, siempre que jueguen en equipos europeos. ‘France Football’, en 2016, realizó una evaluación para establecer el ganador si desde el principio se hubiese considerado a jugadores sudamericanos, y concluyó que Pelé con sus 1,284 anotaciones (757 en partidos oficiales y 527 en amistosos, que la FIFA no registraba) habría conseguido 7 ‘Balones de Oro’ (1958, 1959, 1960, 1961, 1963, 1964, 1970). En 77 años, cuando culmine el siglo, ¿serán considerados Messi, Cristiano o Mbappé, como los mejores del siglo XXI o, como es común, serán galardonados sus sucesores, pues los nuevos espectadores los habrán apreciado solo en videos?


Este Mundial dejó claro que la calidad, sin la integración de los jugadores, no basta. Francia es un claro ejemplo. Críticas a Pavard por supuestas infidencias a la prensa. Prescindió de Benzema – que le habría dado más resultado que el inefable Giroud – por la división en el vestuario, donde los niñatos Griezmann y Lloris – con el aval del presuntuoso entrenador Deschamps – promovieron la división. En tal sentido, a los otros tres semifinalistas (Argentina, Croacia, Marruecos), se les percibía más unidos y motivados.


Es necesario revisar la cantidad de equipos europeos que participan. Japón, Arabia Saudita, Marruecos, Túnez, Senegal, y Corea del Sur, fueron más que Gales, Dinamarca, y Serbia. Estoy convencido que Chile, Colombia, y Perú, habrían tenido mejores desempeños que los europeos referidos. En cuanto a los futbolistas, Europa, sin aquellos procedentes de las colonias, no lograría grandes resultados: en Francia, 14 seleccionados tienen su origen en ellas. Respecto, a si Sudamérica o Europa, si bien el viejo continente tiene 12 campeonatos mundiales, diez de ellos en países que no se clasificaron (Italia), e incluso no pasaron de la primera etapa (Alemania). América del Sur cuenta con diez títulos, pero el mayor ganador sigue siendo Brasil, con cinco galardones. El VAR fue uno de los actores principales e influyó en los resultados. Los criterios arbitrales difieren dependiendo de la importancia del equipo, probablemente en términos comerciales. Si la FIFA no corrige las imperfecciones mencionadas, el fútbol será un juego de negocio y matones.


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