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Carlos Ginocchio / Todo lo que brilla no es oro

Actualizado: 14 feb 2023


La pirita es un mineral conocido como ‘oro de los tontos’, por ser parecidos. La fiebre del oro en el Yukón (Canadá), a fines del siglo XIX, enfrentó a muchos – hasta con muertes – por supuestas pepitas de oro, que solo eran pirita. El hallazgo por parte de George Cormack, atrajo aventureros dispuestos a todo, y cuando se busca atajos para la prosperidad, solo los más avezados logran el empeño. La mayoría fracasó por seguir la llamada de los violentos.


Este fenómeno se replica en nuestro país desde hace algunos años. Pedro Pablo Kuczynski declaró era fácil gobernar. Su gabinete de lujo, una decepción. Manuel Merino no duró una semana. Cuando Paniagua ocupó la presidencia no dirigía el Congreso, y era una alternativa de consenso. De Pedro Castillo, sobran los comentarios, y fue vacado con votos de sus partidarios.


La señora Dina Boluarte ocupó el cargo de acuerdo con lo que establece la Constitución, aunque generalmente los peruanos no están conformes con la ley, salvo cuando les favorece. La mayoría, pese a ser pacífica, no reacciona contra la violencia de una minúscula parte en las actuales manifestaciones, azuzada por delincuentes que no dan la cara. La ‘legalidad’ es reemplazada por la ‘legitimidad’, la pirita suple al oro. Cuando se desea desacatar la norma porque no respalda intereses personales, surge dicho concepto, cuyo significado - ‘cualidad conforme a un mandato legal’ – es contrario al que se le otorga, especialmente la izquierda continental. Lo legítimo para uno no lo es para otro, cada persona tiene su verdad, y cuando la ley se deja de lado por otro criterio, la barbarie reemplaza a la civilización, y los salvajes nunca alcanzaron prosperidad y riqueza.


La señora Boluarte fue elegida en la misma plancha que el expresidente Castillo. Fue ministra en la mayoría de sus gabinetes. Había prometido que, si el presidente era vacado, renunciaba. Tenía acusaciones de haber realizado gestiones particulares incompatibles con su cargo de vicepresidenta, y participado en el control de los fondos del partido ‘Perú Libre’. Con todo, asumió legalmente la presidencia, ante el beneplácito de sus inicialmente enemigos políticos, y el repudio de quienes la llevaron al puesto actual. Guste o no, pasará a la historia como la primera presidente del Perú tras 200 años de independencia.


La presidente, en su discurso inaugural, manifestó permanecería hasta 2026 (hoy propone octubre 2023), y nombró primer ministro a un abogado e historiador, con calidades académicas, pero que no estaba preparado para enfrentar una situación política conflictiva. Cuatro ministros le han renunciado – cuando Pedro Castillo dio el golpe, trece renunciaron, y curiosamente, la misma cantidad, a Manuel Merino – lo cual demuestra no tenía la menor idea de lo que venía, que no era difícil de predecir.


Independiente a marchas y contramarchas que demuestran su escasa preparación y capacidad para gobernar, declaró que enviará un proyecto al Congreso para que la Comisión de Constitución del próximo Parlamento proceda a evaluar un cambio total de la Constitución. Candidez e impericia propias de un querubín. El Congreso lo puede rechazar, y de no hacerlo, el siguiente tiene la potestad de archivarlo, o caso contario, analizar modificaciones que deberán ser aprobadas por el Pleno con 87 adhesiones, y aún con ello, llevarlo a referéndum. Hoy, en lugar de estar avocados al adelanto de elecciones – pareciera los parlamentarios desean permanecer hasta 2026 dada la cantidad de proyectos sobre el tema, cada cual más singular - nuestros congresistas deberían estar – y haberlo hecho desde el inicio de su gestión – dedicados a las modificaciones sustanciales que han generado este maremágnum en el que nos encontramos hace más de un lustro: prohibición a ex reclusos de ingresar a la gestión pública, eliminación del voto preferencial, eliminación de inmunidad de todo tipo, renovación de congresistas a mitad del período, e incluso temas como la regionalización, por citar los más destacados, pero ello dada la composición del mismo es como pedirles transformen la pirita en oro.


La realidad es que, a la Izquierda, en sus diferentes versiones, no le interesa un cambio constitucional. Su objetivo es crear el caos, y a ‘río de pescadores’, alcanzar el poder y recibir las prebendas que este otorga. No tiene una pizca de pacífico el intento de capturar y destruir aeropuertos, incendio de oficinas del Poder Judicial y la Fiscalía, comisarías, fábricas, campos agrícolas, campamentos mineros, edificios, y se saquean mercados.


Un cambio constitucional en esta situación es inconcebible, más aún cuando se desconoce en qué consistiría, y deterioraría más la situación económica pues tendremos años con una inversión retraída, perjudicando la recuperación del empleo. La alternativa es que quienes lo proponen presenten los proyectos de lo que desean modificar y el sustento de ello. Al respecto, durante el gobierno del expresidente Pedro Castillo, su bancada y las tres adicionales en que se ha desmembrado, no han presentado una sola reforma concreta en este sentido. Los congresistas que son entrevistados al respecto no tienen idea de lo que modificarían o repiten lo que ya está en la Constitución. Nunca más vigente la frase de don Jacinto Benavente: “la ignorancia es atrevida”.


A los peruanos se les quiere hacer creer que la Constitución se puede modificar de un día para otro, y con ello, su situación automáticamente mejorará. Se les está vendiendo pirita en vez de oro.


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