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  • Foto del escritorAnálisis Efectivo

César Ferradas / Empresariazgo


Durante mucho tiempo, talvéz demasiado, ha existido una separación o divorcio entre lo académico y lo empresarial. Unos a otros nos hemos acusado tanto de teóricos a ellos cuanto de empíricos a aquellos.


Y la verdad que esta divergencia real es cada vez mas acentuada. A pesar de los esfuerzos que los académicos han tratado de poner una mayor atención a la educación practica y aplicada (hands on) e interesarse más en los problemas del día a día y enfatizar en el acopio de información y análisis de “casos” reales en sus aulas.


De otro lado, las empresas (en el término mas lato de su significado) al no ver satisfechas sus expectativas de obtener personal mas directamente preparado e involucrado con el “modus operandi” de las organizaciones reales; han optado por organizar y desarrollar sus propios programas de entrenamiento. Y cuando esta separación estuvo a punto de generar una ruptura, se intentaron nuevos caminos para cerrar la brecha, o por lo menos reducir el “gap” existente.


Surgieron los programas “In house” especialmente diseñados para cada empresa y sus propios problemas específicos. El diagnóstico de capacitación se convirtió en “despistaje” integral de la “problemática” de la organización y sobre la cual se propusieron programas de entrenamiento “ad hoc” o a la medida (taylor made) que tratan de ser la panacea “solucionática” de la situación. Estos intentos, importantes y bien intencionados, no producían, sin embargo, el efecto deseado o buscado. La educación seguía siendo una típica enseñanza escolarizada. Donde el maestro enseña teorías y el alumno no aprende, necesariamente, cosas prácticas.


Es entonces que se cuestionan los modelos didácticos y se desarrollan teorías sobre los sistemas y modos del aprendizaje. El profesor o educador clásico “magister dixi” es reorientado hacia la función de un facilitador; y la enseñanza se dirige hacia el concepto del aprendizaje.


Aprender consiste en una actividad mas proactiva y centrada en el discente que genera una actitud mas abierta positiva y eficiente del proceso educativo. El alumno aprende, y mejor aún cuando se logra que “aprenda a aprender” y que este aprendizaje sea continuo y permanente.


Ayudó a este cambio no sólo la reformulación de los contenidos y los temas, sino también las técnicas y metodología que se han aplicado en los últimos tiempos. Sistemas tan avanzados como tecnologías multiactivas, aulas vivenciales, talleres, coloquios y hasta proloquios se han popularizado en el ámbito educativo.


Pero toda esta transformación ha tenido lugar en una sola orilla del caudaloso río que separa a la academia y a la empresa. Cruzar este torrente, entrar en la turbulencia o al menos tender puentes han sido esfuerzos loables y pioneros como los de Sota Nadal en Lima y la Fundación Universidad Empresa en Trujillo.


Sin embargo, el concepto de unión o, talvéz mejor, el de fusión entre ambas partes aún no se ha logrado. Los puentes se transitan con algún sentido bidireccional pero todavía la empresa esta escéptica y la academia frustrada. Todas las buenas intenciones del noviazgo no llegan a consagrarse en los altares. ¿Cómo lograr unir prolíficamente estos esfuerzos? ¿Cómo alcanzar una colaboración efectiva? ¿Una retroalimentación catalizadora? ¿Una sinergia real o una simbiosis productiva?? Talvéz sea necesario reordenar las ideas y conceptos subyacentes y aprender a trabajar en equipo. Con un sólo objetivo y una visión clara y alentadora, con una misión conjunta y posible.


Rescatar el verdadero espíritu emprendedor del “entrepreneur” y la inquietud “creativirósica” de la academia, para fusionarlos en ese “entrepreneurship” matrimonial de un “empresariazgo”: Unión y alianza con fines, motivaciones y actitudes comunes que nutran tanto los fines de la educación como los de la empresa. Empresariazgo moderno, proactivo y dinámico podría ser un aporte conceptual inicial, a este proyecto de construcción conjunta. Un granito de arena que conduzca a la canalización y utilización más racional de las “aguas” perceptuales que nos han separado por décadas.


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