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César Ferradas / En busca del liderazgo


Me preguntaba, ¿qué más puedo agregar a lo ya expresado en un artículo anterior? titulado “¿Tenemos líderes en el Perú?” y en el cual expresaba que un líder es “Aquella persona cuyo autoconocimiento le permite descubrir en sí mismo -con lucidez y claridad meridiana- a su verdadero ser y hacer; no sólo encuentra el camino a seguir sin hesitaciones, sino también la fuerza y la convicción plena para lograrlo a plenitud. Autoconocimiento que proporciona la paz interior (y exterior), la templanza, la alegría, la felicidad permanente y el sentido de vivir. Esa armonía aún en desacuerdo. Ese encuentro del inconsciente colectivo, de Jung, que nos hermana y aglutina.”


Haciendo un esfuerzo de síntesis, trataría de encontrar un único aspecto que pueda ser primordial y alrededor del cual graviten las otras características atribuibles al líder. En este sentido, insistiría sobre el tema de la HONESTIDAD, como condición “sine qua non” del auténtico líder. Una honestidad que empiece por casa y que luego se proyecte, por propia inercia, hacia los demás.


Esa honestidad consigo mismo que en decir campechano sentencia que: “Se puede vivir engañado, pero es imposible engañarse a sí mismo” y que bien puede traducirse como que la verdad auténtica es aquella en la cual cada uno de nosotros, siente y cree con convicción inquebrantable.


Lo expuesto me recuerda la respuesta del popular y honesto “frejolito” Don Alfonso Barrantes quien ante la irónica pregunta de un irrespetuoso periodista: ¿Usted, doctor Barrantes sigue creyendo en la Revolución? Siendo líder de izquierda y unificador de la misma, le respondió: -Vea amigo Humberto, en El Perú, un gobierno honesto ya sería una revolución-.


Barrantes no gano las elecciones presidenciales, pero al poco tiempo fue elegido mayoritariamente como alcalde de Lima, que dentro de muchas y variadas obras sociales fue el impulsor y creador del “Vaso de Leche”, un programa comunitario para que los niños pudieran tener algo de alimento al partir para la escuela. Fue un alcalde magro, sencillo y un paradigma de la honestidad, atributo que muy pocos líderes políticos poseen.


Porque la honestidad en el ser y hacer es lo que hace brotar al “ser” genuino, tanto en su creencia como en su actuar. No imita, no sigue, no da ejemplo, no adopta poses o estereotipos, Simplemente “es como es” con un liderazgo autentico y que -despojado del lastre de falsas actuaciones- genera una total libertad de expresión y acción que lo conducen dentro de este albedrío al encuentro y a la consecución de su propio y único destino.


Ese destino individual y diferente que es el común denominador de todos dentro de ese armónico orden universal. Ser líder es ser uno mismo, honestamente.


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