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Embajador Jorge Castañeda / La resiliencia de los peruanos 

  • Embajador Jorge Castañeda
  • 5 oct
  • 3 Min. de lectura

Lejos de ser un fenómeno uniforme, es un tejido complejo cuyos hilos se entrelazan en la profunda y diversa herencia cultural del país. Esta capacidad de respuesta ante las crisis, que varía significativamente entre la costa, la sierra y la selva, así como entre distintos grupos sociales, no es accidental: está codificada en un ADN cultural forjado por civilizaciones milenarias como Caral, Chavín, Moche e Inca. Este legado no es un mero recuerdo del pasado, sino el sustrato activo que ha permitido a las sociedades peruanas desarrollar estrategias de adaptación y una identidad sólida para sobrevivir en entornos desafiantes a lo largo de la historia.

 

A lo largo de una historia marcada por transformaciones abruptas—desde la Conquista española hasta las crisis económicas y políticas del siglo XX—, la sociedad peruana ha demostrado una capacidad única para adaptarse y superar los desafíos. Frente a estas adversidades, la tradición y un cierto conservadurismo cultural han funcionado como mecanismos de defensa esenciales para la supervivencia psicosocial del pueblo peruano.

 

Estos mecanismos de defensa se manifiestan en lo que podríamos definir como un "conservadurismo cultural": la tendencia a preservar y valorar las tradiciones, costumbres y prácticas transmitidas de generación en generación. Lejos de ser una resistencia al cambio per se, esta inclinación funciona como una estrategia consciente para mantener la cohesión social y la identidad cultural en momentos de incertidumbre. Esta dinámica se materializa en la preservación de elementos fundamentales como la lengua, las tradiciones culinarias, las fiestas patronales y otras expresiones culturales que sirven como anclas de estabilidad comunitaria.

 

La expresión más tangible de este conservadurismo identitario es la centralidad de la comunidad y la familia. Estas redes de apoyo, heredadas de las estructuras andinas y ampliamente valoradas, son la primera línea de defensa en las crisis. La solidaridad y la cooperación entre sus miembros han sido clave para amortiguar el impacto de las crisis económicas y políticas, permitiendo la supervivencia donde el Estado a menudo ha estado ausente.

 

Es precisamente desde esta base de seguridad comunitaria y tradición que surge la notable capacidad de adaptación peruana. Esta base estable de identidad y apoyo mutuo es, precisamente, la que libera la capacidad individual y colectiva para asumir riesgos e innovar. El emprendedurismo y la informalidad económica no son solo estrategias de supervivencia desesperadas, sino muestras de una flexibilidad pragmática. La capacidad de "rebuscarse" y encontrar oportunidades en entornos adversos es la contracara de la estabilidad proporcionada por la tradición. Una permite aguantar; la otra, avanzar.

 

La resiliencia peruana se fundamenta en un equilibrio dinámico: la tradición provee la estabilidad y la identidad (el "conservadurismo" que preserva lo esencial), mientras que la capacidad de adaptación y el ingenio (el "emprendedurismo") permiten navegar la crisis. Al igual que sociedades milenarias como China o India, el Perú ha demostrado que, a pesar de crisis profundas, su sustrato cultural no solo perdura, sino que es la fuente desde la cual la sociedad resurge con impulso. Valorar esta herencia es clave para entender y potenciar esta resiliencia frente a los desafíos futuros.

 

Ahora bien, es importante reconocer que esta resiliencia también puede tener un costo. La capacidad de adaptación y supervivencia en entornos adversos puede llevar a la normalización de la precariedad y la informalidad, lo que a su vez puede perpetuar la desigualdad y la exclusión. Además, la dependencia de las redes de apoyo comunitarias y familiares puede ocultar la falta de políticas públicas efectivas para abordar las necesidades básicas de la población. Es fundamental que se reconozca la importancia de la resiliencia cultural, pero también es necesario abordar las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad para garantizar un desarrollo más equitativo y sostenible.

 


 

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