La expresión “cuentos chinos” es tan coloquial como antigua y se aplica a las mentiras disfrazadas, los embustes, las falacias disimuladas que suelen sólo engañar a los niños muy pequeños, a personas sin conocimiento o a los fanáticos que han perdido la capacidad de razonar. Pero, los “cuentos chinos”, hasta ahora, son capaces de entretener sin sorprender -cuando se sacan de un sombrero, como lo hacen los magos con los conejos- a una sociedad distraída y que no se da cuenta de hasta qué punto está manipulada por el poder de los charlatanes y los medios.
El programa de TV “Beto a Saber” acaba de descubrir que el expresidente Martín Vizcarra, al filo de la vacancia y antes de salir de Palacio, recibió la vacuna contra la covid-19, conjuntamente con su esposa, hasta donde se conoce. La vacuna fue administrada por una enfermera en la residencia presidencial, por orden de un médico a quien el mandatario se la habría solicitado directamente.
Conocido el hecho, desde el sur del país, el ahora “candidato al Congreso de la República” por Somos Perú, liderado por su amigo el ex fujimorista y ex presidente del Congreso, Daniel Salaverry, diría que la realidad es que se había prestado al pedido de un médico para participar de una “prueba” de la vacuna Sinopharm; es decir que como “un héroe de la Patria”, solo comparable con el magnánimo médico Alcides Carrión, habría puesto el hombro por la salud de todos los peruanos.
Pero Vizcarra ha dicho que también su esposa y sólo ella, lo habría secundado en este acto de heroicidad, entonces la comparación más correcta sería con ¿Manco Capac y Mama Occllo?, ¿José Gabriel Condorcanqui y Micaela Bastidas? o ¿Bolívar y Manuelita? La cuestión es que con la velocidad de un rayo y al mejor estilo de la estrategia del “cuento chino”, el vacado expresidente, pasó de villano a héroe en el imaginario de muchos “cojinobas”.
Ahora sabemos por qué el “candidato”, recientemente bendecido por la autoridad electoral, andaba suelto de huesos por mercados, muelles, calles y plazas acompañado de su amigo íntimo, sin temor al contagio de la pandemia; porque estaba “por encima de todos los mortales peruanos” que día a día mueren en los hospitales o en sus casas. Decía que no se acercaba a los ciudadanos, sino que el pueblo encandilado, a su paso, lo abrazaba.
Si de una “acción heroica” se trataba, ¿cuándo pensaba revelarla, en las biografías complacientes que le escribe una de sus plumas favoritas? ¿Podía ocultar un Presidente de la República una acción tan cuestionable como es el hecho de supuestamente haberse prestado a una “prueba científico-médica” tan arriesgada, él y la Primera Dama? ¿Podía ocultar un Presidente y ahora candidato que supuestamente se había favorecido de una vacuna escasísima, por encima de los más vulnerables de su país? ¿Era ese el gobierno del “El Perú primero”?
¿Puede un “candidato al Congreso” seguir en carrera, habiéndose favorecido por encima de los demás, porque está vacunado y puede hacer campaña de calle? Este último escándalo no puede enterrarse como el caso Swing y toda la retahíla conocida. La ciudanía tiene derecho a saber si el actual candidato se puso el placebo o la vacuna Sinopharm, o si en realidad se trató de la vacuna premium de Pfizer, comprada en un país vecino que tiene tantos millones, o quién sabe dónde.
Este Congreso no lo hará; pero el siguiente debemos abrir una Comisión Investigadora.
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