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Fabiola Morales / El papa es peruano 

  • Foto del escritor: Fabiola Morales
    Fabiola Morales
  • hace 1 minuto
  • 3 Min. de lectura


“Un saludo a todos, en modo particular a mi querida Diócesis de Chiclayo, en Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su Obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto para seguir Iglesia fiel de Jesucristo”, dijo el recién electo papa León XIV, en perfecto español, sorprendiendo al mundo con tan inusual mensaje al inicio de un pontificado y arrancó el entusiasmo de las personas de habla hispana, pero más de los peruanos que se apuraron a “colgar” fotografías testimoniales en las redes sociales, de las vivencias del entonces obispo Robert Prevost en estas tierras.

 

Quienes, desde 2015, se acostumbraron a encontrarse con su Obispo en las calles de la “Tierra de la Amistad”, dan testimonio de que el actual Papa es tan empático como sencillo y muy cercano al pueblo con quien convivió codo a codo, particularmente en momentos de crisis como la pandemia del COVID-19, el fenómeno de El Niño costero y el Yaku, fenómenos que produjeron numerosas víctimas mortales y destruyeron las localidades. Pero monseñor Roberto, como lo llamaban, estaba con ellos con el agua hasta las rodillas, consiguiendo montar una planta de oxígeno o consiguiendo ayuda para todos los afectados.

 

Asimismo, desarrolló una labor pastoral intensa desde que, muy joven, en 1985, llegó a la Diócesis de Chulucanas, en Piura; más adelante y durante 10 años, trabajó en Trujillo, donde desde 1988 fue director del proyecto de formación para los aspirantes a la orden de los agustinos para los vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac. También fue administrador apostólico de la Diócesis del Callao en 2020, donde es recordado por su cercanía a los sacerdotes y a los fieles.

 

Durante la pandemia, el obispo Prevost salía a recorrer las calles de Chiclayo, portando la custodia con la Eucaristía y bendecía a las familias chiclayanas; así lo testimonian diversos videos que se han compartido en las redes sociales. Es un pastor de acción y con una espiritualidad profunda, muy preparado como matemático, filósofo y teólogo. Ha sido también Superior General de los agustinos, época en la que conoció al papa Francisco, quien posteriormente lo llamó a Roma, donde lo nombró cardenal y prefecto del Dicasterio para los Obispos.

 

Muchos opinólogos en todo el mundo, e incluso algunos “vaticanistas”, se han apurado a juzgarlo de tejas para abajo, con una tendencia a la crítica negativa o, por el contrario, a una positiva, con el objetivo de alejarlo o acercarlo a diversas ideologías que se aplican con verdadera ignorancia a la Iglesia Católica, de acuerdo a la “conveniencia” de grupos de marcado interés por “servirse” en lugar de “servir”.

 

Aplicar categorías políticas y teorías económicas a la Iglesia es absolutamente equivocado, porque es una institución milenaria que, si bien está conformada y dirigida por personas, con sus luces y sus sombras, enaltece al ser humano integral, invitando a sus miembros a trascender por amor a Dios y a los demás, más allá del universo: “Mi reino no es de este mundo”, respondió Jesús. Por eso, la formación de los católicos y personas de buena voluntad en el conocimiento de la riqueza de la fe es una tarea pendiente, en especial en momentos históricos como el nuestro, que se pierde en el “relativismo” y cae en la pérdida del sentido de la vida.

 

León XIV, nacionalizado peruano, maestro y pastor, lo sabe y aprecia, por eso agradeció “al pueblo fiel que ha acompañado a su Obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto para seguir Iglesia fiel de Jesucristo”.

 

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