El Centro Histórico de Lima es Patrimonio Cultural de la Humanidad, desde 1991; una de las capitales más bellas de América, porque ha sabido mantener, conservar y reconstruir su herencia hispánica, como capital del Virreinato del Perú, uno de los dos más importantes del Nuevo Mundo, de esa época.
Pero, desde nuestro punto de vista, tanto la ex alcaldesa Susana Villarán, como el alcalde actual, Jorge Muñoz, han cedido al populismo, ignorando que el Centro Histórico debe ser respetado en lo más genuino de su personalidad, al menos desde el año en que la UNESCO -teniendo en cuenta su excepcionalidad, integridad y autenticidad- lo elevó a un nivel tan importante, para orgullo de todos los peruanos.
Este 5 de febrero en la madrugada, miembros de la Orden Franciscana se dieron con la sorpresa de la destrucción de la plaza que es parte de la arquitectura del Convento y la Iglesia de San Francisco, uno de lugares más visitados, tanto por los católicos que siempre han copado el templo y la plaza -sobre todo los días de fiesta y, por devotos de San Judas Tadeo, los 28 de cada mes- como por el turismo extranjero.
Se trata, por tanto, de uno de los lugares más icónicos del Centro Histórico, al que se le falta el respeto, como podría hacerse en un futuro -ojalá no- con las plazas que rodean otros edificios como Palacio de Gobierno, Palacio Legislativo, la Iglesia de Santo Domingo o la de San Pedro, entre otros, que también las tienen; simplemente porque al Alcalde de Lima se le ha ocurrido convertir la esencia limeña en una mazamorra solo para ciclistas nice.
El muro que rodea la Iglesia de San Francisco, construido en la década de los 80, antes que se reconociera el Centro de Lima como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1991, ha sido destruido sin más, mientras las campanas del templo replicaban insistentemente, en son de protesta por tamaña barbaridad realizada, cómo no, a la sombra de la madrugada –“entre gallos y media noche”- cuando se suelen llevar a cabo las actividades opacas.
Los franciscanos han anunciado una “acción de amparo” contra la comuna capitalina, con el respaldo del Arzobispado de Lima, de la Conferencia Episcopal del Perú y los católicos, a fin de que la Municipalidad de Lima, en lugar de destruir, sin ton ni son, vuelva a dejar la plaza como estaba, entre otras razones, porque protege un bien arquitectónico apreciado por todos y que es un símbolo de nuestra capital que es de todos los peruanos.
Los franciscanos han manifestado que “esta acción abusiva de parte de la Municipalidad de Lima pone de manifiesto su incapacidad de respetar, tutelar y garantizar la conservación, goce y disfrute del patrimonio cultural del Centro Histórico de Lima”, como se hace en todas las ciudades del mundo que se precian.
Es tal la frivolidad de la Municipalidad de Lima que no ha tenido ni la más mínima consideración con los franciscanos, cuya labor caritativa y solidaria en la capital y en el Perú es de siglos, a ejemplo de su fundador San Francisco, el poberello de Assisi. Una Iglesia y un convento, tan antiguos y bellos, como llenos de historia y solera; ahí vivió y murió quien fuera famoso actor y cantante José Mujica, nacido en San Miguel de Allende -una joya arquitectónica- de México, quien como fray Mujica, recorrió Lima pidiendo limosna para ayudar a nuestros compatriotas más pobres y necesitados.
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