El 2 de octubre se elegirá al nuevo Alcalde de Lima que tiene la difícil tarea de gobernar una ciudad capital, donde vive la tercera parte del total de habitantes de todo el Perú; una mayoría, emigrantes de primera o segunda generación, procedentes de todas las regiones del país e incluso de Venezuela que buscan en la gran ciudad las oportunidades que en sus lugares de origen no encontraron, porque el proceso de descentralización no ha logrado el armónico crecimiento de polos de desarrollo en nuestro país, entre otras razones.
Lima, no sólo es una capital sobrepoblada, sino caótica y peligrosa; porque la delincuencia ha crecido exponencialmente en todos los distritos y se ha convertido en más violenta y avezada, cobrando vidas diariamente, a fin de robar un celular o un par de zapatillas. El caos peatonal y vehicular, por su parte, son producto del desorden y la falta de transporte público idóneo, así como de una conducta cívica -cada vez más deteriorada- que se muestra en la falta de respeto a los demás conductores o transeúntes en las calles.
El Alcalde de Lima, por tanto, se enfrenta con el reto de liderar un Sistema de Seguridad Ciudadana que permita reducir sustancialmente las 100 nuevas víctimas de la delincuencia que, cada hora, se producen en la capital y, que no todas llegan a denunciarse en las comisarías respectivas por falta de confianza en que se haga justicia; sin embargo, la cantidad de las mismas ha subido en el 20% después de la pandemia.
En el tema de Seguridad Ciudadana intervienen diversos actores, desde los vecinos organizados, los serenos municipales y la Policía Nacional, hasta el Ministerio Público y el poder Judicial; pero si en algún lugar de la cadena se rompe la línea que debe llevar a ofrecer un servicio idóneo a las personas, el objetivo fracasa. Este es el motivo por el cual el alcalde debe ser un gestor y un líder que sea capaz de conducir un equipo diverso y heterogéneo que responde a distintos ministerios y jefaturas; como también debe ser capaz de coordinar con los alcaldes distritales para que se actúe de manera unitaria en la lucha contra el delito.
En cuanto al caos vehicular y el transporte en la capital se requiere también de un liderazgo municipal fuerte, para acabar con los intereses subalternos y hasta las mafias que mantienen un servicio precario y peligroso, donde muchos incumplen las normas más elementales, como es el caso del pago de las multas y la revisión técnica; como incumplen también las normas de tráfico, en su afán ganar un mayor número de pasajeros. Un asunto que no depende sólo de la municipalidad que, si bien tiene a su cargo los buses del Metropolitano y sus alimentadores, no así las líneas del Metro; pero que, con su liderazgo, el alcalde debe ayudar a solucionar con un trabajo creativo y, principalmente, honesto.
Necesario también homogenizar el desarrollo de la capital en beneficio de todos, para hacer de Lima una ciudad con calidad de vida. La Municipalidad de Lima debe colaborar con el mantenimiento de la salud, ampliando y mejorando el Sisol; como también colaborando con la Educación Pública, como es común en otras capitales, sin olvidar la ayuda a la superación de la pobreza con la mejora de iniciativas como las “Ollitas comunes”, de la mano de los vecinos. Se requiere de un alcalde honesto, preparado y con experiencia, porque esta es una contienda vecinal y no ideológica.
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