La región Piura es la más afectada por la epidemia del dengue. La magnitud es tal que, como me contaba un piurano, “lo raro es encontrar personas a quienes no les haya afectado o estén con dengue”. Pero, más preocupante aún, es la falta de una respuesta eficiente desde el Gobierno -en todos sus niveles- y el sistema de salud público y privado.
La cantidad de afectados en Piura es de 35 mil, de los cuales han fallecido 60; sobre todo, con el llamado dengue hemorrágico. Situación que ha tenido como consecuencia que los centros de salud pública y privada hayan colapsado, perjudicando también a otros enfermos que necesitan atenderse con urgencia, causándoles incluso la muerte, por falta de atención.
Con una infraestructura de salud que prácticamente no ha crecido desde los años 70 del pasado siglo en Piura, es imposible que se pueda enfrentar una epidemia como la del dengue, el fracaso estaba cantado, como con la pandemia de la covid-19; con el agravante de que, en el caso de la primera, se sabía que los eventos pluviales tienen como consecuencia, entre otros, la proliferación del mosquito Aedes aegypti o zancudo que se reproducen en las fuentes de agua.
El problema, no solo se produce por la falta de capacidad del sistema público de salud, sino también del privado al que se accede mediante las Entidades Prestadoras de Salud que no se dan abasto tampoco para atender puntualmente a sus afiliados, desde la demora en las citas médicas, a procedimientos complejos. A lo cual, se suma la multiplicación de los establecimientos informales que llegan a 25 mil en Lima y sólo 127 han sido intervenidos por la Superintendencia Nacional de Salud.
Frente a esta realidad que no es posible subsanar en el corto plazo, lo obvio es recurrir a estrategias de “prevención de enfermedades” como el dengue que es estacional, sobre todo, en las regiones tropicales. Pero, en el Perú adolecemos de la “cultura de la prevención” que, por ser un bien intangible, no le damos ninguna importancia.
La prevención necesita de la “difusión del conocimiento”, porque no hay peor enfermedad que la “ignorancia”. Pero el conocimiento no viaja a través del marketing, tantas veces falaz y engañoso, sino de la educación y las estrategias de comunicación. Hemos visto con estupor la preocupación de la actual ministra de Salud, Rosa Gutiérrez, por “salir bien en la foto”; en el aeropuerto de Piura, instaba a sus colaboradores a mostrar con gestos una “imagen” de eficiencia; pero frente a la prensa, la vimos callar y hasta huir.
Desde que se produjo el ciclón Yaku ha debido iniciarse una campaña transversal de prevención del dengue que implique al Estado y los privados del sistema de salud y, al menos, el de educación, como a los medios y redes sociales de comunicación, mensajes simples pero fundamentales: ¿Cómo se trasmite?, ¿Cómo reconocer la enfermedad?, ¿Qué personas están en más riesgo?, ¿Dónde acudir ante los primeros síntomas?, ¿Cómo fumigar o a quién recurrir para obtener ayuda?
Aunque, a mediano y largo plazo, es urgente la vigilancia epidemiológica, los programas de control del zancudo, la mejora de la nutrición de la población, las regulaciones sanitarias, mejorar los sistemas de agua y desagüe y multiplicar los centros de atención de salud y hospitales.
El Congreso, en un gesto político, interpelará a la ministra de Salud; pero la emergencia en Piura y otros lugares del país se supera con funcionarios honrados y eficientes.
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