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Fabiola Morales / Los adolescentes no son culpables 

  • Foto del escritor: Fabiola Morales
    Fabiola Morales
  • 18 may
  • 3 Min. de lectura


El Congreso de la República está apurándose en legislar para mostrar su preocupación por la delincuencia terrorista que ha crecido exponencialmente de la mano de la minería ilegal y el narcotráfico, que provee armas de guerra a los sicarios para desatar la violencia a mansalva en las zonas rurales y también urbanas; pero en su premura, se equivoca.

 

Si bien es lamentable que la delincuencia organizada haya encontrado en el uso de adolescentes como sicarios una forma de resguardarse de sus delitos; legislar para convertirlos en culpables a su corta edad, con purga de cárcel, es peor cura que la enfermedad.

 

Hay que entender que esta es una forma de “trata de personas”, como lo es la prostitución y el trabajo infantil, y es así como debe perseguirse este delito de las mafias. Si se continúa con esta lógica, vamos a terminar metiendo a la cárcel —verdaderas escuelas del crimen— a niños de 12 o menos años de edad.

 

El terrorismo en el Perú, como lo sabemos, no solo adoctrinaba a niños en la ideología del odio de Sendero y el MRTA; sino que los adiestraba en el uso de armas de guerra sofisticadas, con las que les ordenaban matar a diestra y siniestra. En todo el mundo actúan así los grupos sangrientos y fanáticos.

 

Los niños y adolescentes, hasta determinada edad, no son responsables de sus actos, y esto es así porque no tienen la suficiente madurez para hacerlo. Creer otra cosa es recurrir a la famosa “construcción social” voluntarista que lleva a algunos desquiciados a proclamarse como “niñas” a los 40 años y exigir a toda la sociedad que así los vea, o a querer que se reconozca el “matrimonio” entre un humano y un árbol. Estamos hablando de realidades ya vividas en varios países.

 

Es claro que quienes tienen que responder por los actos de los niños y adolescentes son sus padres o sus tutores legales, en caso no los tengan. Olvidarse de que pertenecen a una familia, que es la célula básica de la sociedad, es grave. Como grave es el hecho de que sus padres no respondan por su alimentación, vestido, vivienda y educación hasta que tengan edad suficiente para procurárselo por ellos mismos.

 

La educación de los niños y adolescentes, en primer lugar, es responsabilidad de la familia; responsable de formarlos como seres humanos, de manera integral, con unas virtudes y valores que solo se adquieren desde temprana edad y van contribuyendo a su crecimiento físico, afectivo e intelectual hasta la edad adulta, en un clima de confianza.

 

Durante esta etapa, los responsables de sus actos no son ellos, ni la escuela, ni los amigos, ni la sociedad, ni el Estado; sino sus padres, quienes deben cuidar que sus hijos se eduquen y no “mal eduquen”. Tienen que estar atentos a sus hijos en estas edades y guiarlos en su crecimiento.

 

Sin embargo, hay una tendencia a la “educación permisiva” de los hijos, a la que muchos padres se han acomodado bien; porque es fácil entregar su educación a la “niñera” pantallas y redes sociales, con contenidos violentos y pornográficos, o a las pandillas de malos amigos, antes que atenderlos como es su obligación.

 

Es el autor intelectual y no el “sicario adolescente” quien debe responder con cárcel por “trata de personas” para cometer delitos, y son los padres o tutores los responsables de estas conductas; pero no los menores de edad, que, en todo caso, son fruto del fracaso de la educación.


 

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