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Fabiola Morales / Petro y sus ambiciones 

  • Foto del escritor: Fabiola Morales
    Fabiola Morales
  • hace 13 minutos
  • 3 Min. de lectura

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“La vida te da sorpresas, sorpresas tiene la vida”, dice la canción de Rubén Blades, y así nos acaba de suceder con el reclamo que nos hace el presidente de Colombia, Gustavo Petro, abriéndonos litigio sobre la frontera norte que se cerró el siglo pasado (1922) con el tratado Salomón-Lozano, de límites y navegación fluvial, cuando cedimos a Colombia el trapecio de Leticia, una franja adyacente al río Amazonas.

 

Colombia y Perú siempre han sido naciones amigas, con una historia enraizada en el mestizaje entre los pueblos aborígenes e hispánicos; una relación que creció con la causa de la Independencia, dando lugar al nacimiento de la Gran Colombia y el Perú. Sin embargo, desde hace más de un año, nuestras relaciones se han visto resquebrajadas, sobre todo por motivos de diferencias políticas, a raíz del golpe del expresidente Castillo.

 

Tanto así que las relaciones diplomáticas bajaron de nivel, se retiraron los correspondientes embajadores de ambos países y son los encargados de negocios quienes están a cargo. Gustavo Petro y Dina Boluarte no ocultan su distanciamiento, que se hizo evidente en su último encuentro, cuando las cámaras captaron imágenes indiscretas en las que apreciamos cómo la presidenta peruana se negó a darle la mano al colombiano.

 

A todo ello se suma la creciente impopularidad de Petro en Colombia; las marchas de protesta son cada vez más frecuentes en ese país y el mismo gobierno tiene una crisis interna que se expresa con la ruptura entre el presidente y su vicepresidenta, Francia Márquez, una descendiente africana, activista por el medio ambiente, feminista y abogada que ahora dice sentirse “usada” para la campaña política, decepcionada y marginada del poder.

 

Estos hechos parecen haber sido el caldo de cultivo para que el gobierno de Gustavo Petro busque un motivo que reconstruya la “unidad nacional”, y no ha podido encontrar uno mejor que el de reclamar al Perú la isla Santa Rosa, que es la parte sur de la isla Chinería, que se separó por razones naturales alrededor de 1970.

 

La isla está situada a pocos metros de la frontera tripartita entre Perú, Colombia y Brasil, cerca de las ciudades de Leticia y Tabatinga. La localidad de Santa Rosa es capital del recientemente creado distrito de Santa Rosa de Loreto, mediante Ley 32403 de julio del presente año, perteneciente a la provincia de Ramón Castilla, en la región de Loreto; pero el gobierno de Colombia nunca tuvo potestad sobre sus instituciones ni sus autoridades, que siempre fueron peruanas.

 

Los reclamos de Petro han ido acompañados de algunas provocaciones, como es el hecho de viajar a Leticia para conmemorar la batalla de Boyacá, una de las gestas claves en la Independencia de Colombia; asimismo, ha violado el espacio aéreo en Santa Rosa; por lo cual, el Perú ha respondido, tanto con un mensaje de la presidenta Boluarte desde Japón, como con un pronunciamiento del presidente del Consejo de Ministros, Eduardo Arana, rechazando categóricamente las expresiones que desconocen la soberanía peruana sobre la isla.

 

En nuestra opinión, las ambiciones de Gustavo Petro, más que por la isla Santa Rosa, apuntan a quedarse con el poder en Colombia, a la manera de los mandatarios de Venezuela o Nicaragua. El exguerrillero está preparando el camino para que el país del norte siga las huellas de los objetivos trazados en el Foro de Sao Paulo.

 

Por tanto, las estrategias diplomáticas disuasivas del Perú deben tener en cuenta este aspecto para calmar las aguas.


 

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