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Fabiola Morales / Salvemos Machu Picchu 

  • Foto del escritor: Fabiola Morales
    Fabiola Morales
  • 21 sept
  • 3 Min. de lectura

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La ciudadela inca de Machu Picchu es uno de los bienes más preciados que posee el Perú; sin embargo, no está bien gestionada desde hace mucho tiempo y, ahora, se encuentra en una crisis logística producida por la ambición de dos empresas de autobuses que trasladan a los turistas desde Aguas Calientes hasta el santuario, en una ruta de unos 15 minutos.

 

El término de la concesión de la empresa CONSETTUR y el inicio de TORONTOI ha producido la pesadilla logística, a consecuencia de las protestas que han llegado a provocar el terror de los turistas. Se han colocado rocas en las vías del tren y excavado parte de la vía ferroviaria, de tal manera que miles de turistas han permanecido varados por días, sin poder viajar de regreso ni acceder a una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno.

 

La crisis actual —como otras producidas por la venta de boletos— demuestra una falta de estrategia, de conocimiento y autoridad para gestionar de manera integral este regalo de la naturaleza, de la mano esforzada e ingenio de nuestros antepasados incas y de quienes han puesto en valor esta maravilla, como lo es Machu Picchu.

 

Pareciera que el Gobierno, en sus distintos niveles, no tiene conciencia del valor y trascendencia de Machu Picchu, este bien turístico; pero también histórico, arquitectónico, astronómico, matemático y cultural único que ha sido reconocido como una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno por cientos de millones de especialistas, turistas y conocedores de la historia y geografía del mundo, junto a la Gran Muralla China, la pirámide de Chichén Itzá de México; el Cristo Redentor de Brasil; el Taj Mahal de India; Petra de Jordania y el Coliseo Romano de Italia.

 

Las crisis devienen de una falta de estrategia nacional clara y firme para la gestión integral de Machu Picchu, ahora capturado por verdaderas mafias de intereses oscuros de distinta índole. De la gestión de este bien, que debe ser declarado como un activo crítico nacional, parecen encargarse varios organismos estatales y ninguno a la vez. Ni el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, ni el de Cultura, ni el del Ambiente han podido controlar esta crisis.

 

A nivel regional, el gobernador y los alcaldes, con un tufo chauvinista, solo atinan a pedir que, en la gestión de Machu Picchu, todos sean cusqueños; pero tampoco han sido capaces de enfrentar esta y otras crisis, más allá de buscar culpables y de querer marcar territorio en un bien que es de todo el Perú y aquello que nos identifica mundialmente como país.

 

La falta de conocimiento en la gestión integral del santuario inca es obvia, el mismo que se puede adquirir con buena voluntad si los técnicos conocieran, al menos, cómo la llevan a cabo en México, Brasil o la India. Agra está orgullosa de albergar al Taj Mahal; pero jamás pondría piedras en el camino para que los turistas, como es nuestro caso, en lugar de disfrutar de este monumento, vivan una pesadilla.

No nos imaginamos a ninguna de las otras seis maravillas del mundo viviendo la crisis que tenemos; los protestantes violentos que se creen los dueños del bienestar del visitante nacional e internacional han ofrecido una humillante “tregua” para quienes deseen acceder al santuario inca. ¿Hasta cuándo?

 

Indigna la indolencia del gobierno por los turistas que ahora deben viajar 5 horas por trochas carrozables y, además, caminar 2 horas por lugares inhóspitos y peligrosos; como indigna ver cómo destruyen nuestra reputación de un Perú cuna de grandes civilizaciones.

 

¡Salvemos Machu Picchu!


 

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