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Fernando Cillóniz / Protestar, criticar, proponer, confrontar, tiempo de luchar

Actualizado: 5 jul 2020


Atemos cabos y saquemos nuestras propias conclusiones. (1) Disolución del Congreso de la República. (2) Propuesta de creación de una línea aérea de bandera estatal, que felizmente no prosperó. Mejor dicho, tuvo que venir una pandemia tan brutal como la del Coronavirus para que se deshiciera semejante barbaridad. (3) Rechazo altanero de parte del Gobierno al ofrecimiento de ayuda empresarial para la lucha contra la pandemia. (4) Imposición de restricciones y trámites burocráticos absurdos para autorizar la operatividad de las empresas. (5) Ataque cizañero propiciando el enfrentamiento entre colegios privados y padres de familia. (6) Descrédito demagógico contra farmacias privadas, so pretexto de prácticas acaparadoras y especuladoras que jamás fueron comprobadas… y menos desmentidas. Y (7) ataque alevoso contra clínicas privadas por supuestos lucros indebidos en pruebas de laboratorio para diagnósticos del Corinavirus… sin nombrar a ninguna clínica en particular, ni acreditar práctica especulativa alguna. O sea, mucho ruido y pocas nueces.

A ese respecto, me viene a la memoria el famoso test del pato que dice así: si camina como pato, vuela como pato, y dice cuac cuac; entonces es pato… por más que no tenga una etiqueta que lo acredite como tal. Algo parecido se puede aplicar a los populistas y demagogos que nos están gobernando.

Efectivamente, el Gobierno actual ha aprobado de manera indubitable el test del populismo demagógico y politiquero, tan arraigado en ciertos países del mundo. En ese sentido – ¡qué problema! – estamos repitiendo la nefasta experiencia de los Gobiernos que nos llevaron a la ruina, allá por los años 70 y 80.

Estamos repitiendo la receta que degeneró en las hiper inflaciones e hiper devaluaciones que – con mucho esfuerzo y disciplina – superamos años después. Estamos repitiendo la receta de las colas y escaseces de los productos de primera necesidad. Incluso, estamos siguiendo la receta de la súper crisis económica y empobrecimiento masivo de los peruanos de mi generación. ¡Qué frustración! Estamos repitiendo la receta que inició el terrorismo y su secuela de apagones, toques de queda, y caos generalizado. ¡Estamos regresando a los aciagos años 70 y 80!

Pero ahí no acaba la cosa. El Congreso de la República – ¡por si faltara más! – también se ha sumado a la demagogia populista del Gobierno Central. La Ley que suspende el pago de peajes en las carreteras del país es una muestra de ello. ¿Por qué no se preguntaron – me refiero a los Padres de la Patria – cómo se va a financiar el mantenimiento de dichas carreteras? ¿Cómo van a hacer los concesionarios para pagarle a sus trabajadores y proveedores? ¿Acaso esas empresas no tienen compromisos bancarios y tributarios que pagar? ¿Cómo van a hacer para pagar a sus acreedores si no tienen ingresos? La verdad, el populismo y la demagogia no tienen límites.

Aquí lo peligroso es que estamos siguiendo las pautas del fracasado Nuevo Socialismo del Siglo XXI – inspirado en el tristemente célebre Foro de Sao Paulo – el cual ha sumido a Venezuela en la más cruel y profunda crisis que jamás se hubiera podido gestar, en desmedro de una población tan cercana y querida como la de nuestros hermanos venezolanos. Estemos alertas. Nuestras libertades individuales están siendo amenazadas desde el Estado. Nuestros derechos al trabajo también. Las libertades de empresas – y de mercados – están bajo fuego. El Estado que todo lo decide, todo lo regula, y todo lo autoriza, pretende arrebatarnos la dignidad. El bienestar de los peruanos y el progreso del país está en juego.

Protestar, criticar, proponer, confrontar: es tiempo de luchar.

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