top of page

Fernando Cillóniz / La “apolítica del agua” en nuestro país. 

  • Foto del escritor: Fernando Cillóniz
    Fernando Cillóniz
  • 5 oct
  • 4 Min. de lectura

ree

Según el Diccionario de la Lengua Española, la palabra “apolítica” es un adjetivo que se refiere a personas ajenas a la política, o que se desentienden de ella. “Apolítica” es el antónimo de “política”. “Política” – como se sabe – se refiere a personas que intervienen en las cosas del Estado.

 

Bueno pues, en mi opinión, nuestro Estado no tiene ninguna “política del agua”. Ergo, es apolítico con respecto al agua. Para muestra… dos botones. Al tristemente célebre “agua sí, oro no” de Ollanta Humala, ahora habría que agregar el tremendo lapsus del ministro de agricultura, Ángel Manero, en la 37 Convención Minera PERUMÍN en Arequipa, donde textualmente dijo: “La minería tiene prioridad sobre el agua. La agricultura puede esperar”.

 

Ambas expresiones – la de Humala y la de Manero – son típicas de políticos demagogos que dicen lo que el auditorio quiere escuchar. Humala estaba en campaña política en Cajamarca, y “agua sí, oro no” era lo que los anti mineros querían escuchar, así que lo dijo. Y Manero estaba frente a un auditorio minero, así que había que pasarles la mano. En fin…

 

Pero el problema no es cómo se expresan nuestras autoridades políticas, con respecto al agua. El problema es que no hacen nada al respecto. Ni para la minería, ni para la agricultura, ni para nadie. Ni siquiera para la pobre gente que no tiene agua en sus casas. En eso consiste la “apolítica del agua” en nuestro país: en no hacer nada.

 

Conozco a varios agoreros – videntes de desdichas – que anuncian a los cuatro vientos que la agricultura peruana está condenada a una sequía apocalíptica. El problema es que luego de los anuncios agoreros, no solo no aparece la sequía, sino todo lo contrario; los ríos se cargan de bote a bote – inclusive algunos se desbordan – y los agricultores brindamos por ello.

 

A los hechos me remito. Esta semana – el domingo 28 de setiembre, para ser preciso – bajó el agua nueva por el río Ica. ¡Maravilloso! Y que nadie se sorprenda. Los acertados “Avisos Meteorológicos” del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (SENAMHI), dieron cuenta de ello. ¡Ya empezó la temporada de lluvias 2025 – 2026 en nuestro país!

 

A partir de ahora, la contrastante historia del agua peruana volverá a repetirse.  Gran cantidad de agua se perderá en el mar, sobre todo entre los meses de diciembre y abril. Incluso, muchos no verán – seguramente por temas de soroche – la belleza de las lagunas altoandinas llenas, las pasturas de la Sierra verdes y frondosas, y el ganado sano y bien nutrido. Además ¡qué grato resultará medir la recuperación de los acuíferos de la Costa, luego de meses de abundancia de aguas de avenida!

 

Luego – acabada la temporada de lluvias, a partir de mayo – entraremos nuevamente en el estiaje, y muchos se lamentarán por la escasez de agua. Pregunto: ¿qué hicieron para retener parte de las abundantes aguas de lluvias que tuvieron frente a sus narices y que se perdieron en el mar? La respuesta es… nada.

 

Entonces, en vez de quejarse – más bien – habría que actuar como corresponde. Desde las cabezadas de nuestras cuencas – en hermandad entre la Costa y la Sierra, tal como hicimos entre Ica, Huancavelica y Ayacucho en el período 2015 / 2018 – hasta las desembocaduras de nuestros ríos en el mar, debemos llevar a cabo lo que se denomina la “Siembra y Cosecha de Agua”.

 

Arriba – donde más llueve – debemos construir muchos reservorios; pequeños, medianos, y grandes. No importa el tamaño, sino el volumen de agua almacenable por todos los reservorios en conjunto. De eso se trata la “Siembra y Cosecha de Agua”; de guardar la mayor cantidad de aguas de lluvias posible, para disponer de ellas en los estiajes. Las empresas mineras – a través del mecanismo de Obras por Impuestos – podrían ser de gran ayuda en esta materia.

 

También debemos reforestar y revegetar todas las cabezadas y quebradas de nuestras cuencas. La tala indiscriminada de los últimos años ha dejado a nuestros cerros pelados, lo cual – ante cualquier lluvia, por más pequeña que sea – deviene en mortíferos huaicos que arrasan con todo lo que encuentran en su camino. La vegetación compuesta de bosques y pastizales se constituiría así en una gigantesca esponja natural, que retendría el agua de lluvias, y evitaría la erosión de nuestras quebradas.

 

La agricultura de secano debe cederle el paso a la agricultura bajo riego. Y el riego en sí, debe tecnificarse a todo nivel. Hay que instalar aspersores de agua en las planicies y quebradas altoandinas, y riego por goteo en las partes medias y bajas de nuestros valles estupendos.

 

Los acuíferos deben manejarse sosteniblemente. En efecto, el subsuelo sirve muy bien para almacenar grandes cantidades de agua. En ese sentido, los acuíferos se rellenan naturalmente; a través flujos de aguas superficiales (ríos, acequias, surcos, etc.) y artificialmente; a través de procesos de infiltración inducida, tal como se está haciendo en Ica, con resultados muy favorables.

 

Pero el manejo eficiente del agua implica – también – acciones administrativas innovadoras, tales como tarifas diferenciadas, o lo que en su momento planteamos como “tomas libres”. ¿Qué significa eso? Pues que en épocas de abundancia – llámese, en las temporadas de lluvias, como la que acaba de empezar – casi no se debe cobrar por el agua. Y todas las compuertas deben abrirse para que el agua discurra libremente por todos los cauces y acequias.

 

En cambio, el agua regulada; aquella proveniente de reservorios y represas debe cobrarse a tarifas que cubran los costos de inversión y distribución del agua. De esa forma, promovemos la infiltración de las aguas de avenida, para – precisamente – recargar al máximo los acuíferos, y hacer uso de las aguas subterráneas en los estiajes. Y todo ello, sin afectar las finanzas de las Juntas de Usuarios.

 

Por otro lado, todas las aguas servidas de todos los pueblos del Perú deben tratarse y aprovecharse para uso agrícola. Tal como lo hacen estupendamente bien la empresa Minera Cerro Verde en Arequipa, y las empresas Agrokasa, Sun Fruits, y Agrisil en Ica.

 

Ahí va un esbozo de lo que podría constituir una “política del agua” en nuestro país. Pero no… lo que tenemos muy bien implementada – y desde décadas atrás – es la “apolítica del agua”. Es decir, nada. Nada de nada con respecto al agua. Puro floro. Cero reservorios. ¡Patético!


 

Comentarios


bottom of page