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Jorge Chávez / Cobardía del dólar (2 de 2)


Cobardía del dólar y política monetaria


A la corta o a la larga la fijación del tipo de cambio genera presiones devaluatorias contenidas bajo una olla de presión política. El tipo de cambio se convierte en un “precio político” que deja de reflejar la escasez relativa de dólares en el país, generando ineficiencias en las decisiones financieras y de inversión.


Al subir el dólar caen los salarios reales, por el encarecimiento de los productos importados; especialmente los insumos alimenticios (soya, maíz y trigo), lo que induce un menor consumo. Además, se eleva el costo en soles de la deuda pública en dólares, así como de todas las deudas en dólares, lo que tiende a reducir el consumo y a generar impactos recesivos, dado que la población asalariada y endeudada suele tener una elevada propensión a consumir.


Politizar el manejo del tipo de cambio también induce a adoptar políticas de racionamiento de las escasas divisas que van quedando ante la perdida sistemática de reservas internacionales. Lo que agudiza la especulación y la fuga de divisas


Por ende, lo que mejor puede hacer el nuevo directorio del BCR es persistir y perfeccionar su actual régimen monetario y cambiario, antes que caer en la tentación populista de manipularlo arbitrariamente. Sin caer en el extremo de un régimen de “flotación limpia” expuesto a las burbujas especulativas.


Por algo la mayoría de los bancos centrales del mundo aplican un régimen de “flotación sucia”, intermedio entre el libertinaje del mercado y el corsé del tipo de cambio fijo. Porque ha demostrado que incentiva mejor las exportaciones y da mayor predictibilidad a los negocios de importación.


Además, permite atenuar eventuales shocks externos ocasionados por crisis financieras internacionales o cambios de la política monetaria de los principales bancos centrales del mundo.


En aras de aproximarse a una política monetaria óptima, es fundamental que los nuevos directores del BCR no rijan sus decisiones en función a consignas políticas ni del gobierno ni de las bancadas del Congreso. Deben también desligarse de cualquier actividad económica que pueda generarle conflictos de intereses.


Ello no significa que la definición de criterios de optimalidad de la política monetaria implique dejar de introducir juicios de valor. Sin embargo, al hacerlo se debe aspirar siempre a reducir la arbitrariedad de esos juicios.[2]


Una política monetaria discrecional reflejada en aceleraciones inesperadas de la tasa de crecimiento de la liquidez puede eventualmente ser apetitosa para algún director del BCR que posea argumentos heterodoxos que demuestren sus beneficios a corto plazo. Sin embargo, salvo en situaciones de emergencia muy especiales -como una cuarentena absoluta- siempre será preferible apostar por la consistencia inter temporal de la política monetaria.


El costo de estas políticas sólo se ven a largo plazo, sea por una inflación desbocada o por la necesidad de esterilizar la expansión monetaria posteriormente, generando pérdidas de empleo e ingresos a las empresas.


Si bien el BCR posee buen nivel de respaldo en reservas internacionales, no es la Reserva Federal de EE.UU, único ente emisor que puede darse el lujo de emitir moneda demandada a escala global, incluso sin contar con respaldo.[3]


Referencias

[2] Un ejemplo sensible fue la introducción de los criterios que permitieron que aproximadamente la mitad de los recursos del programa “Reactiva Perú” -que otorgó financiamiento con garantía del BCR- fueran a parar a grandes empresas que en su mayoría tenían disponibilidad de garantías propias. En contrapartida, apenas el 5% de las Mypes recibieron ese financiamiento. Véase Jorge Chávez Álvarez, Estamos a tiempo de reactivar “Reactiva 2”, en Alerta Económica 06/07/2020. https://alertaeconomica.com/estamos-a-tiempo-de-reactivar-reactiva-peru-2/


[3] Para evitar la discrecionalidad de la política monetaria los bancos centrales suelen utilizar la llamada “regla de Taylor”, por la cual la tasa de interés de referencia se establece en función a cambios en la inflación, la tasa natural de interés y el diferencial de productividad. No obstante, sigue siendo hasta ahora un reto enorme poder medir bien esas variables teóricas no observables.


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