Se tiene que ver y analizar el entorno, lo que está sucediendo en Colombia, lo que ha sucedido en Chile, y darse cuenta de que no pueden seguir las medicinas diez veces más caras, las tasas de interés activas cien veces mayores que las pasivas, precio del gas más caro que el de países que no tienen gas, evasiones y elusiones tributarias, obras sobrevaloradas, APP mafiosas, monopolios, oligopolios, exoneraciones injustas, cierre abusivo de la SUNAT a pequeños negocios y no cobro a las grandes empresas, de sus grandes deudas, cómo malos sistemas de salud, no hay seguros oncológicos acordes al ingreso familiar promedio en el Perú. No hay camas UCI, no hay oxígeno. Tampoco hay buena educación, justicia, seguridad. Existe ineficiencia del estado, entre otras tantas deficiencias, que venimos sufriendo hace un buen tiempo. Esto tiene que cambiar.
Hay mucho por hacer y escasos recursos para hacerlo, por lo que debemos racionalizar, mejorando la calidad del gasto, evitando ineficiencias y la famosa corrupción, que tanto daño ha hecho en la salud moral de la Nación. Y a todo el tiempo perdido por pensar cómo robo, con quién lo hago, que hago para que no se den cuenta, y si me chapan como hago, más la conciencia que también quita tiempo, y la enorme cantidad de horas con abogados y estrategias legales, en vez de estar dedicándose a gobernar 24 horas diarias, durante el tiempo que sea su mandato, cómo antes y después del mismo.
Esto debe obligar a mejorar los procesos, y los sistemas de control, acelerando la transformación digital. La inversión privada que significa el 80% de las inversiones en el Perú, debe ser convocada a jugar en una cancha más pareja, cada vez mejor, más eficiente, más competitiva, con más investigación, desarrollo e innovación.
El Perú sigue. Hagámoslo entre todos. Termino con algo que me llegó en un grupo de trabajo, y que me pareció muy oportuno, por lo que lo comparto:
Tú, que estás de un lado criticando a los del otro. Poniéndole etiquetas con cierto placer. Tú, que estás parado en tu banquito de la razón. Porque nadie más que tú tiene la razón. Porque tú posees todas las respuestas y el otro, no. Tú, que compartes la información que te conviene y omites la que no. Tú, que odias con pasión, que detestas desde las entrañas, que te tapas las orejas para no escuchar y desembuchas agresiones sin medirte. Tú, que no estás dispuesto a conversar con nadie que piense distinto a ti. Tú, que insultas sin asco. Tú, que estás de un lado del Perú esperando que la balanza se incline a tu costado. Tú, el del dedito acusador. Tú, mi querido “Tú”, eres igual a tu oponente.
Porque si lees este texto te darás cuenta de que funciona perfectamente para ti y para el otro, derecha o izquierda, arriba o abajo. Y entonces solo me queda pensar, que no son tan distintos como parecen.
Ojalá entendamos algún día que este país no se construye divididos. Que no se trata de que gane uno para que pierda el otro. Porque te guste o no, el otro, tu oponente, “el cholo”, “el pituco”, “el cómplice de la corrupción”, “el ignorante”, “el terruco” “el blanquito”, “el blandito”, “el fujimorista”, “el castillista” o como sea que lo llames, tiene los mismos derechos y deberes que tú y ¡oh casualidad! no tiene otra patria, como tampoco la tienes tú”.
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