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Juan Escobar / El agro frente al futuro 

  • Juan Escobar
  • 1 jun
  • 4 Min. de lectura

Hay que mirar, sumar, restar, para saber qué hacer

 

El agro frente al futuro: innovación, vigilancia satelital y desarrollo sostenible

 

Capítulo I: Un viaje al futuro desde el presente

Saber que en China se están implementando granjas agrícolas digitales articuladas a satélites constituye un verdadero viaje mental hacia el futuro. Estos satélites monitorean y proyectan condiciones climáticas, y, con base en dicha información, las granjas ajustan sus procesos mediante luces especiales que estimulan la fotosíntesis, lo que permite —según convenga— adelantar o postergar la cosecha. Estas modernas unidades productivas, dotadas con semillas mejoradas, se desarrollan también en distintos niveles o pisos, reducen los tiempos de producción, incrementa la productividad y garantiza altos estándares de inocuidad. Todo ello es posible gracias al uso de la inteligencia artificial y la robótica.

 

Estas innovaciones representan una gran oportunidad para el agro peruano, siempre que sepamos aprender de estos avances y otros similares, adaptarlos a nuestra realidad o adquirirlos para su validación. Sin embargo, también constituyen una amenaza si nos mantenemos inmóviles, atrapados en esquemas del pasado y sin capacidad real de mejorar y competir en mercados cada vez más exigentes. El caso del sector textil es un ejemplo claro de lo que puede ocurrir si no actuamos a tiempo: una industria que alguna vez fue potente, pero que fue superada por no adaptarse.

 

Capítulo II: Luces y sombras del agro peruano

El desempeño positivo del PBI agropecuario, junto al crecimiento sostenido de nuestras exportaciones y de la balanza comercial agraria, es motivo de satisfacción. Contar con 24 acuerdos comerciales y presencia en más de 120 países proyecta un escenario prometedor para nuestros productos. No obstante, estas fortalezas requieren estrategias más audaces, esfuerzos sostenidos y revisión constante, ya que nada está garantizado en un contexto internacional volátil.

 

Las guerras se expanden en diversas regiones, resurgen políticas proteccionistas —como las impulsadas por Donald Trump— y se perfilan aranceles, obstáculos comerciales, sanciones, así como dañinas presiones geopolíticas en torno al puerto de Chancay. A ello se suman factores naturales y el cambio climático, que podrían debilitar nuestras actuales ventajas.

 

Capítulo III: Las raíces del problema

Un problema estructural y muy grave es la fragmentación y el deterioro del campo agrario, con sus manifiestas carencias. Existen aproximadamente 2.2 millones de unidades agropecuarias, la mayoría de ellas atrapadas en condiciones de pobreza, baja productividad y escasa asistencia técnica, con especial gravedad en los subsectores ganadero y forestal.

 

Además, enfrentamos un incremento preocupante de pasivos productivos y ambientales que comprometen el futuro del agro y del país. En la costa, más de 250 mil hectáreas destinadas al cultivo de arroz están en riesgo de salinización. En la Amazonía, se deforestan entre 150 mil y 180 mil hectáreas al año. Según la FAO, el 40% de las tierras agrícolas del mundo están en proceso de desertificación o contaminación por agroquímicos. El agua, recurso vital, escasea cada vez más en cantidad y calidad: hemos perdido el 50% de nuestros glaciares y muchos de nuestros principales reservorios se encuentran colmatados. En el valle de Ica, los acuíferos se debilitan sin señales claras de que se esté enfrentando este problema.

 

Capítulo IV: Hacia una nueva visión de desarrollo agrario

Frente a esta realidad, el país necesita con urgencia una visión de largo plazo y una estrategia articulada que combine innovación tecnológica, sostenibilidad ambiental y responsabilidad social. El agro peruano tiene un enorme potencial, pero requiere decisiones valientes, políticas públicas coherentes y una integración real de los pequeños productores a los grandes circuitos del desarrollo, articulando el conocimiento ancestral con la ciencia moderna.

 

La planificación, la vigilancia y la evaluación deben ser herramientas clave del nuevo modelo agrario a construir. En este contexto, la vigilancia satelital —tema de este artículo— puede cumplir un rol estratégico en tres niveles: primero, identificando actividades indebidas o ilícitas que están en peligrosa expansión en varias zonas; segundo, monitoreando la reducción progresiva de estas actividades; y tercero, comprobando la restauración de los ecosistemas afectados.

 

Capítulo V: El caso Brasil y el modelo de monitoreo exitoso

Recientemente, el diario El País de España informó que en 2024 la deforestación en Brasil cayó un 32.4% respecto al año anterior, logrando así una reducción consecutiva por segundo año. De continuar este ritmo, en cinco u ocho años la deforestación podría detenerse casi por completo. Este avance fue posible gracias a la aplicación de planes, estrategias y herramientas, entre las que destaca el monitoreo satelital. En convenio con China, los satélites proporcionaron la información clave para combatir el problema y alcanzar metas que hasta hace poco parecían inalcanzables.

 

En China también se avanza con fuerza impensada en la forestación y el control de la desertificación, pese a las inimaginables tormentas de arena. Gracias a la planificación y al monitoreo, este país está logrando verdaderas hazañas en la recuperación de su territorio y en el cumplimiento firme de sus compromisos ambientales. Estas experiencias deben impulsarnos a pensar en un desarrollo integral, y no solo en el crecimiento económico.

 

Capítulo VI: Gobernanza, institucionalidad y financiamiento

Para dar ese salto, se requiere una reconceptualización del rol del Estado, incluyendo su política fiscal y presupuestal. Hoy se gasta más, se gasta mal y se incurre en déficit fiscal. A este ritmo, será necesario establecer consejos fiscales en todos los ministerios y gobiernos subnacionales. Urge crear un fondo nacional para temas estratégicos de dimensión multisectorial. Para ello, es indispensable eliminar gastos superfluos (como la compra de aviones de guerra), combatir la corrupción y el populismo, y ampliar la base tributaria, limitando las exoneraciones fiscales, con el fin de invertir en la infraestructura y el equipamiento necesarios.

 

Un sistema nacional de monitoreo satelital permitiría identificar con precisión la expansión de la minería ilegal, el avance de la deforestación, el estado de los cuerpos de agua y de las vías de comunicación, el cultivo de coca, entre otros aspectos clave para el ordenamiento territorial. Esta plataforma —que podría ser multisectorial— debe integrarse con un sistema de información y comunicación dirigido a la población, utilizando la telefonía móvil como canal de alerta, información y coordinación para la acción.

 

Conclusión: Sembrar el futuro desde hoy

El Perú necesita con urgencia ingresar al siglo XXI del agro: un modelo que combine alta tecnología, sostenibilidad ecológica, inclusión social y una nueva institucionalidad pública. El futuro no se espera, se construye. La vigilancia satelital y la innovación tecnológica deben convertirse en los ojos y las manos del desarrollo. Lo que está en juego no es solo la productividad del campo, sino el destino del país.

 

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