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Juan Escobar / Ganadería Altoandina (2 de 2)

Reto para nuestras poblaciones y ganadería altoandina


No hace mucho, en plenos conflictos sociales, se decía que gran parte de los puneños tenían voluntad separatista. Falso, me consta su lealtad, la forma como en las comunidades desfilan, como cantan el himno patrio, como evocan su paso por los cuarteles de la zona fronteriza. Son tan peruanos como nosotros, orgullosos y leales.


Cantan, lloran y se divierten. Recuerdo la insistencia de César, responsable comunal, que me invitó al matrimonio de su hija, al que asistí rompiendo el protocolo que establecía mi institución. Nunca me alimenté mejor en un compromiso: Asado de perdiz, vizcacha al horno, suri asado (avestruz), chicharrón de llama, y acompañado de vino calientito de procedencia chilena, dado la articulación de la zona con el tripartito (Perú, Bolivia y Chile).


Cada pieza de baile era una real amenaza para mi corazón; al día siguiente, domingo, llegó el cebiche de trucha de río, y en la tarde, en un partido de fútbol, nos ganaron 6 a 0. No llegamos al arco contrario, ni buscamos revancha (El partido fue entre el River Plate de Vilcallamas Arriba versus el Boca Junior de Bajo Lllagua).


Llegar a la comunidad nos demoraba 6 horas, en épocas de lluvia podía demorar 12 horas. Era usual cruzarse en la carretera con niños puneños yendo a la escuela, empujando un aro, y con los promotores de las DRA de Puno con moto, poncho, guantes, lentes, en camino a las comunidades. Ampliar los bofedales era la mayor tarea.


En la actualidad la pobreza se mantiene, la crianza se ha debilitado, salvo casos excepcionales. El Gobierno tiene una gran responsabilidad de plantear propuestas organizadas para esta noble población y crianza. En esa línea planteo la formulación de un proyecto de inversión con el Banco Mundial, con un monto no menor de 200 millones de dólares, para un horizonte de 5 años. Y que aborde el tema de pastos (revegetación, pastos cultivables, cercos, etc.), comercialización, mejoramiento genético, valor agregado, entre otros.


También la mejora genética es un tema impostergable, así como la sanidad; ahí tenemos universidades y cuadros profesionales como Juan Chávez, que han colaborado mucho por mantener el ganado de color, básicamente en Quinsachata. El objetivo: mejorar todos los rendimientos posibles; y trabajar la línea de carnes.


Estoy claro que en el sector de los camélidos andinos hay destacados profesionales que requieren la oportunidad para insertar distintas propuestas, aun sobre los 4 mil m.s.n.m., aun con 28 grados bajo cero, que permitan mejorar el sistema productivo y comercial (compras estatales, promoción intensiva, etc.). Hay gente de esa época que se ha ido, pero también hay desafíos que las nuevas promociones de profesionales deben de enfrentar.


Antes de morir, Enrique Moya me dejó un mensaje en mi celular, yo estaba en Pataz y el encargo solo le escuché días después. Me dijo: Juan, las vicuñas están abandonadas en Puquio: “Antes producían 500 gramos cada 2 años, hoy solo producen 300 gramos, y todos los animales están con sarna o caracha. Hay q ayudar a que eso se revierta, la vicuña es un símbolo nacional, está en nuestro escudo…” No seamos ingratos con nuestros camélidos, sean domésticos o silvestres.


Querido Ing. Enrique Moya, esperemos encontrar el camino y atender al sector que tanto quiso, defendió, y que son nuestra mejor alternativa para las zonas altoandinas del Perú.


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