Por integridad se entiende tener una correcta formación moral y, de hecho, una persona que no ha asumido responsabilidades con sus dependientes directos, que no ha procurado dar sustento a sus hijos, que ha maltratado a su conviviente, que ha abandonado a sus padres en momento de necesidad o que ha realizado en ventaja suya acciones que significaron el perjuicio de gentes menos favorecidas, no puede ser definida como íntegra. De la misma manera, una persona de rango superior no debe usar en beneficio personal bienes o personas que se encuentran bajo su dependencia.
Con respecto a la honestidad, debe tomarse en cuenta tanto el dolo como la mentira, pues tan grave es percibir ingresos de dudosa procedencia como mentir o falsificar documentos. En ese sentido, una persona proba no oculta ni tiende a soslayar temas relacionados a su experiencia y formación profesional. Obedecer una disciplina o tema ideológico, así como una convicción personal, es ser coherente en el desempeño. En ese sentido, los transfuguismos y cambios de simpatía política indican falta de coherencia, lo mismo que alejarse de temas técnicos, sociales, económicos o humanos de los que la persona ha manifestado su adherencia. Finalmente, las personas están obligadas a ponderar los actos que, al cometerse, configuren un abuso o atropello a los derechos humanos fundamentales y, por tanto, deben marcar la debida distancia de los mismos.
Si bien, la moralidad, es un término más abstracto que la rectitud, es un aspecto muy importante en una sociedad. Está relacionada con el respeto, el sentido común y el cumplimiento de nuestras obligaciones; implica acatar las normas sociales y la ley; respetar al otro, obedecer a las autoridades y actuar en conformidad con nuestros propios principios. Lo inmoral (el prefijo “in” negación) significa la negación de la moral, supone actuar u observar conductas que atenten contra los valores y creencias de la sociedad. Así, acciones como: mentir, robar, engañar, estafar, traicionar, ser desleal, difamar o agredir, entre otros, son actos inmorales. Se presenta en ocasiones en que un funcionario, aprovechando el poder sobre otros, recurre a este tipo de acciones configurando además lo que se denomina un “abuso de autoridad”.
Una persona íntegra y moral, debe ser lo suficientemente consciente de reunir las calificaciones para el cargo al que está aspirando. El hecho de ser militante en un partido político, no es la condición única para asumirlo y en el caso que esta situación se presente (que actualmente parece más una regla general que una excepción), una persona proba, por el bien del país, debe buscar rodearse de personas idóneas, lo que repercutirá en su gestión exitosa. Situación contraria ocurre cuando la soberbia nubla la visión de quien asume un cargo de responsabilidad, no acepta sugerencia alguna y se rodea de gente que halaga, lo que al final no redunda en una buena gestión.
Alguna vez, un jefe que tuve me dijo “este trabajo es tan complicado como cambiarle la rueda a un tren en movimiento” y, en realidad, el trabajar en el sector público, y sobre todo en uno como agricultura, debe asumirse como un reto y afrontarse con la mejor predisposición, usando en buen sentido lo mejor del ingenio. Ninguna opinión o sugerencia debe ser descartada, debe trabajarse arduamente, en equipo, en condiciones que van más allá de lo que uno cree que humanamente puede dar, muchas veces sin descanso, pues como alguna vez dije, “las plantas no descansan ni fines de semana ni feriados”.
Sin embargo, al final debe quedar en uno la satisfacción de haber apoyado a un sector amplio, diverso, asociado a nuestra esencia de nación y que contribuye a una de las más grandes necesidades de las personas: alimentarse. Pero, sobre todo, poder dormir tranquilo por haber finalmente sido un funcionario probo.
Referencia:
El autor es Ingeniero Agrónomo, PhD. Asesor Estratégico del Proyecto PERU-Hub
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