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Liliana La Rosa / Ahorro en salud = muerte y enfermedad

Hace 90 años, los países desarrollados que están en la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE) tenían un gasto público aproximado de 23% del producto bruto interno (PBI). Hoy, su gasto público promedio es mayor del 50%, mientras que el de Perú es de 23,55% del PBI y todo parece que el próximo presupuesto seguirá ahorrando en bienes y servicios públicos. Estados Unidos invierte en salud 15,95% del PBI, Argentina (5,95%), Chile (5,83%), Bolivia (4,42%), Ecuador (4,36%), Colombia (7,07%), Perú (3,28%); somos de los países que menos invierten en salud.


Si miramos el detalle, mientras Estados Unidos de América tiene un gasto público per cápita en salud de 8.802 euros, el de Perú es de 212 euros; o sea, somos de los que menos invierten en cuidar a cada persona.


¿Por qué los diferentes Gobiernos han ahorrado en salud? El derecho a la salud en el Perú sigue siendo una demanda con escasa concreción real. Los sectores medios y altos acceden a seguros y servicios de salud privados de alto costo, que les garantizan contar con una atención personalizada y de calidad, y no tener que ir al precario servicio público. Esto consolida la “distinción social”.


La salud aceptada como una mercancía está instalada en la dinámica social peruana. Pareciera ser que una mezcla de resignación y resentimiento nos permite seguir indiferentes a los problemas sanitarios, aun cuando el Perú ha ocupado los primeros lugares en mortalidad por covid por cada millón de habitantes en el mundo, y a pesar de que constatamos la micro y macrocorrupción en salud.


Sabemos que el 97% de los servicios tienen condiciones inadecuadas de infraestructura, conocemos que faltan profesionales de salud en los servicios y que el casi inexistente primer nivel de atención debería resolver el 80% de las necesidades de salud. Nada parece indignarnos lo suficiente como para exigir mayor inversión en salud, poner a los mejores a gobernar la salud y que la participación ciudadana se haga realidad.


Estamos a tiempo de exigir la reforma del sistema y considerar los siguientes ejes:


1. Nuevo modelo de gestión de la salud: meritocrático, participativo, multidisciplinario e intercultural.


2. Integración del sistema de salud con estándares de calidad y anticorrupción: la vida de todos vale igual y se debe cuidar igual.


3. Priorizar la asignación presupuestaria para promoción y prevención de la salud.


4. Carrera pública sanitaria meritocrática.


5. Desarrollo de vacunas, medicamentos y tecnología sanitaria. La salud es la más importante inversión de un país. Sin vida saludable, no hay país.



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