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Luis De Stefano / Astilla del mismo palo (1 de 2)

La astilla que más duele es la del mismo palo


Con derecho a ofender

“Si alguien me dice que he herido sus sentimientos, yo le digo: Todavía estoy esperando que me digas cuál es tu argumento”- Christopher Hitchens


Una gran frase que apunta a lo intolerable y doloroso que puede resultar el comprobar que el daño o perjuicio infligido sobre nosotros es causado por alguien muy querido o muy cercano. William Shakespeare inmortalizó, para el idioma inglés, esta penosa situación cuando en la escena 1 del Acto 3 de su tragedia Julius Caesar pone en los labios del asesinado dictador romano la pregunta “¿Tú también, Brutus?” segundos antes de caer muerto por la última de las 23 puñaladas propinada precisamente por su amigo Marcus Junius Brutus, el hijo adoptado de un tío materno.


El último artículo publicado por George Monbiot en el diario londinense The Guardian (The most damaging farm products? Organic, pasture-fed beef and lamb, 16/8/22) debe haber recordado a muchos en el sector ambientalista británico las últimas palabras de Julius Caesar y se podrán haber preguntado: “¿Tú también, George? Y es que George Monbiot no es cualquier analista. Se trata de uno de los más respetados activistas ambientalistas de los últimos años en las islas británicas.


George Joshua Richard Monbiot nació en el distrito de Kensington al oeste de Londres en 1963 en un hogar conservador y en donde la política partidaria era el pan de cada día. Estudió Zoología en el Brasenose College de la Universidad de Oxford. Después de un breve paso por la Unidad de Historia Natural y de la World Service de la BBC, inicia su activismo ambiental con su primer libro Flechas Envenenadas publicado en 1989. En los próximos años escribirá otros siete libros. Actualmente escribe una columna semanal en el periódico The Guardian. En 1995, Nelson Mandela le otorgó el premio Global 500 de las Naciones Unidas por sus destacados logros ambientales. En 2007, su libro Calor recibió el Premio Mazotti, un premio literario italiano. En 2017, recibió el Premio SEAL de Periodismo Ambiental por su trabajo en The Guardian. Monbiot cree que para combatir el calentamiento global se necesita de acciones drásticas de la mano con una fuerte voluntad política.


Analicemos ahora algunos de los puntos más relevantes de su última columna. Monbiot comienza con la sentencia de que el problema ambiental más importante de todos es el uso inteligente de la tierra. Reconoce que cada hectárea usada en la agricultura es una hectárea que no podrá albergar bosques silvestres, sabanas, humedales, praderas naturales y otros ecosistemas y que la agricultura consume más tierra que ninguna otra actividad humana. En esta columna hemos concluido muchas veces que la única manera de reducir el impacto de la actividad humana sobre nuestro ambiente es desarrollar una agricultura mucho más productiva. Aumentar la producción nacional de papa, quinua o maíz incrementando solo el área de siembra es una suerte de autoengaño consolatorio. El MIDAGRI y el MINAM deberían coordinar y favorecer el desarrollo y/o adopción de tecnologías dirigidas a aumentar sustancialmente los rendimientos de nuestros principales cultivos. Más aún, deberíamos tener un programa nacional de retorno a la naturaleza de tierras usadas actualmente por la agricultura, una consecuencia lógica del aumento de los rendimientos.


Más tarde en su columna, Monbiot se pregunta: “¿Cuáles son los productos agrícolas más dañinos del mundo? Para sorpresa de muchos elabora una respuesta impactante: Carne de res y cordero orgánicos alimentados con pasto. Recordando seguramente su formación en las ciencias biológicas ensaya una explicación rigurosa: “No estoy tratando de molestar a nadie. Solo intento presentar los hechos”. Agrega que esta afirmación es la que más ira ha causado en su último libro Regenesis: Feeding the World Without Devouring the Planet publicado a mediados de este año.


El artículo continúa construyendo un argumento, más o menos sólido, en contra del pastoreo alimentado con pasto (GrassFed). Monbot nos recuerda que el área dedicada a la agricultura equivale al 12% de la superficie del planeta mientras que la dedicada al pastoreo de animales para la producción de carne y leche ocupa un área mucho más grande del planeta -26%. Un área inmensa dedicada a la producción de solo 1% de la proteína mundial.


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