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Luis De Stefano Beltrán / La Investigación Agrícola en tiempos de Pandemia

Escribir y opinar en tiempos de epidemia y de elecciones generales puede ser inoportuno y hasta políticamente incorrecto. Mucho menos si uno desea opinar sobre un tema poco popular, la investigación agrícola. La opinión pública está más ocupada, y con razón, en cómo salir de esta epidemia y en segundo lugar en quién es la mejor carta para ser elegido Presidente en abril próximo. Aún así creemos que es muy importante hablar de la investigación agrícola y de su financiamiento para los próximos 30 años, años de recuperación económica y de puesta a prueba de las peores predicciones para el Perú del cambio climático.


El más grande desafío para el mundo durante las próximas décadas es producir alimentos abundantes y baratos. Los factores más importantes que parecen influenciar y afectar este desafío son el aumento de la población mundial (9,800 millones para 2050 y 40 millones para el Perú), disminución de la pobreza (menos del 8% de pobreza extrema en diciembre del 2019) y el cambio climático. Obviamente, los datos de pobreza extrema de diciembre del 2019 (el mejor año de toda la historia de la humanidad) tendrán que ser recalculados debido a la epidemia del COVID-19 aunque las predicciones más conservadoras indican que ésta volverá a su tendencia negativa pre-epidemia. No debemos olvidar que las políticas públicas en agricultura deben encontrar un equilibrio virtuoso entre los intereses de los consumidores y los de los productores. Por un lado, los consumidores aspiran legítimamente incrementar su acceso a alimentos cada vez más abundantes, saludables y baratos (en otras palabras, gastar cada vez menos en alimentos como porcentaje de su ingreso) mientras que los productores buscan producir cada vez más en sus tierras a menores costos y con mayores ganancias.


¿Cómo enfrentar mejor este desafío? Todos los expertos afirman que es mucho mejor hacerlo desde la I+D. Con vista al 2050, necesitamos el equivalente de varias revoluciones verdes para poder desarrollar cultivos más productivos y más resistentes al cambio climático inminente. Recordemos que, para incrementar la productividad de los cultivos, los agricultores en el mundo tienen dos opciones: expandir las tierras agrícolas o aumentar la productividad de los cultivos existentes. La expansión de la frontera agrícola no parece ser una solución porque la mayoría de las regiones fértiles del mundo ya están en uso. En consecuencia, los agricultores están obligados a mejorar la productividad de sus cultivos en las tierras cultivables existentes para aumentar la producción de alimentos. Esto ya se ha hecho antes. Un ejemplo es el maíz en USA. Hasta mediados de los 1940s el rendimiento promedio variaba entre 1 a 1.5 TM/há. Desde finales del siglo pasado el promedio en USA supera las 10TM/há y experimentalmente ya se conocen variedades con 18-20 TM/há.


En nuestro caso, y para complicar el problema, un estudio del BID y de la CEPAL de hace algunos años concluyó que el cambio climático producirá en el Perú “cambios en la productividad de los cultivos por variación en la disponibilidad del recurso hídrico e incidencia de plagas y enfermedades” y “disminución en la producción para casi todos los cultivos y para todos los escenarios”. Esto no hace más que confirmar que el Perú es el tercer país más vulnerable a los efectos del cambio climático después de Bangladesh y Honduras. Por otro lado, la productividad de casi todos nuestros cultivos de panllevar, de acuerdo a cifras oficiales del MIDAGRI, se encuentran vergonzosamente por debajo de los promedios mundiales. Si estas no son razones suficientes para invertir en investigación agrícola, ¿cuáles son?


La siguiente pregunta es ¿cuánto deberíamos invertir en I+D en agricultura? Un sondeo rápido en la internet nos dice que la manera de medir este indicador es expresarlo como porcentaje del producto bruto interno agrícola. Por ejemplo, USA dedicaba 3.5% por buena parte de este siglo hasta el 2% actual. Otros países de la OECD varían su inversión entre 2 y 4%. Algunos países africanos como Uganda y Tanzania dedican 6 y 5% respectivamente (datos del 2011). El promedio latinoamericano está en 2-3%. Un cálculo para el Perú para el 2019 –asumiendo un estimado de PBI: $222,000 millones y 6.9 de PBI agrícola- nos daría un aproximado de $460 millones, una cantidad superior al doble de lo que el país dedica a toda la I+D (0.1% del PBI).


Es claro entonces que invertir en I+D no es una prioridad del estado peruano. Las razones son numerosas y escapan al alcance del presente artículo. Por ahora basta decir que en el caso de la agricultura es casi nula. Un ex Jefe del INIA (comunicación personal) afirmaba que el INIA sólo dedica el 10% de su tiempo y presupuesto a actividades de investigación. El último PNIA fue solo una brisa en el desierto que financió exitosamente numerosos proyectos durante 3-4 años pero todo tiene su final. El programa espera una segunda etapa. Mientras tanto la comunidad científica nacional se prepara para una larga sequía.


Lo que los hacedores de política desconocen o ignoran es que formar equipos de investigación en las universidades toma mucho tiempo. Sin fondos concursables los equipos se disuelven y a comenzar de nuevo. Nuestra comunidad científica ya ha enfrentado estos escenarios en buena parte de los últimos 15 años. Típicamente, los años de financiamiento duran muy poco y dependen principalmente de préstamos del BM o del BID. ¿Cómo resolver este problema? La solución pasa por la institucionalización de un Fondo Concursable sectorial para la agricultura muy parecido al USDA Competitive Grants de USA o al FIA chileno. La comunidad científica peruana necesita predictividad para poder competir. Saber que cada año se van a distribuir un número X de “grants” competitivos con reglas y fechas estables permitirá el desarrollo saludable de muchos más grupos de investigación.


Dicho Fondo no sólo debe financiar proyectos de investigación en agricultura sino también la formación de nuevos recursos humanos para la I+D en agricultura, una especie cada vez más rara en nuestras universidades.



Referencia:

El autor es Profesor e Investigador en la Universidad Peruana Cayetano Heredia


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