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Luis De Stefano / La Tragedia de Sri Lanka

El presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapaksa, quizás no recordaba las palabras de Thomas More - quién en su obra Utopía (1516) escribió: “... Así, quienes viven en el campo nunca ignoran la agricultura y no cometen errores fatales, como provocar la escasez de maíz…” - cuando prohibió en abril de este año la importación de fertilizantes químicos y pesticidas en su afán de convertir a su país en un “lugar saludable y productivo que garantice para todos el derecho a alimentos seguros” y en el primer país del mundo en tener una agricultura 100% orgánica. A continuación, una historia sobre el fanatismo hecho política pública en un país lejano, pero del que podemos extraer valiosas lecciones de qué NO hacer para no provocar la escasez de alimentos.


A finales de agosto el Presidente Rajapaksa se vio obligado a imponer medidas de extrema urgencia ante la repentina alza en los precios de los alimentos y una amenaza real de su acaparamiento en todo el país. Los precios de muchos de ellos como el azúcar, el arroz, y varias hortalizas se habían duplicado en las últimas semanas. Según algunos analistas se prevé que la cosecha del té, uno de los principales productos de exportación de este país, fracasará este octubre. Peor aún, se teme que esta baja en la producción también impacte en la producción de otros cultivos de exportación muy importantes para Sri Lanka tales como la canela, la pimienta, el caucho, el cardamomo, el clavo de olor, la nuez moscada, las hojas de betel, el cacao y la vainilla. De acuerdo a un vocero de la industria del té, Herman Gunaratne, “… la pérdida de 50% en la producción del té no vendrá acompañada de un incremento de 100% en los precios…”. El problema, según el vocero, es que el costo de producción del té orgánico es 10 veces el del convencional. No hay mercado que pueda absorber esos costos.


Una encuesta nacional entre los agricultores indica que el 85% esperan una caída permanente en su producción de continuar con esta prohibición del uso de fertilizantes químicos y pesticidas. El ex Vicegobernador del Banco Central de Sri Lanka, W.A. Wijewardena, calificó el plan orgánico como un "sueño con costos sociales, políticos y económicos inimaginables". Añadió, que la seguridad alimentaria de Sri Lanka se había "comprometido".


Los nerviosos defensores de esta precipitada decisión presidencial tratan de elaborar una explicación algo vergonzosa para esta catástrofe afirmando que se sabía (?) de antemano que los rendimientos de la agricultura orgánica son “relativamente menores” (20-25% según ellos, en realidad son mucho mayores) y que sí, menores rendimientos significan mayores precios para el consumidor. Sin siquiera ruborizarse añaden que ahora en un país con menores rendimientos, y tan pequeño como Sri Lanka, es tiempo de reconsiderar qué porcentaje de las tierras se dedicará a la producción de alimentos de pan llevar y cuánto se debe dedicar a la agroexportación –quién no lea entre líneas una amenaza velada a la agroexportación es un ingenuo. Entre otras explicaciones ensayadas por estos activistas para explicar el inminente desastre se incluyen: 1. La producción orgánica requiere un know-how muy especializado (?) que solo un 20% de los agricultores del país posee. 2. Guardar semillas para la próxima cosecha es MUY diferente que tener que comprarlas cada año (?). 3. No se estableció una óptima cadena se suministro para la nueva demanda de compost, estiércol y otras materias orgánicas insumos vitales para la agricultura orgánica.


Con el reciente cambio del cultivo convencional al orgánico, Sri Lanka necesitará una mayor producción nacional de fertilizantes orgánicos y biofertilizantes. Sin embargo, la situación es muy complicada. Según un nuevo estudio, Sri Lanka genera alrededor de 1.3 millones de toneladas de residuos orgánicos municipales por año. Con este material se pueden producir entre 2 a 3 millones de toneladas de compost anualmente. Sin embargo, solo el cultivo de arroz orgánico requiere cerca de 4 millones de toneladas de compost al año a una tasa de 5 toneladas por hectárea. Para las plantaciones de té, la demanda de abono orgánico podría ser de otros 3 millones de toneladas. Las cifras son de terror. Esta locura presidencial, según varios expertos, significa una inminente amenaza para la seguridad alimentaria de Sri Lanka. Sin duda un resultado no “esperado” por sus asesores.


Pero un momento, ¿qué nos dice la literatura científica al respecto? Varios meta-análisis indican que la agricultura orgánica, en el mejor de los casos, significa una reducción entre el 20-40% de los rendimientos con respecto a los de la agricultura convencional. Más aún, en casi todos los casos, esta reducción en los rendimientos estimula la deforestación en búsqueda de nuevas áreas de cultivo. Todos sabemos que eso significa pérdida de la biodiversidad debido a la extinción de numerosas especies endémicas y un aumento en la emisión de gases causantes del efecto invernadero. De acuerdo a un reciente artículo publicado en el Annual Review of Resource Economics (**) la agricultura orgánica genera más contaminantes atmosféricos y emisiones ambientales en el proceso de producción de cultivos por unidad de alimento que la agricultura convencional.


¿Cuál es la lección para nosotros a casi 17 mil kms de distancia?


El flamante Ministro de Agricultura, Víctor Raúl Maita Frisancho, nos ha prometido una segunda reforma agraria y la promoción de la agricultura orgánica. ¿Estará enterado de lo sucedido en Sri Lanka? ¿Qué le estarán susurrando al oído sus asesores activistas encabezados por el Dr. Eduardo Zegarra? ¿Acaso a una Asamblea Constituyente debemos agregar ahora un país 100% orgánico?


Deseo terminar con las palabras de Jonathan Swift en Los Viajes de Gulliver: “Quien pudiera hacer crecer dos mazorcas de maíz, o dos briznas de hierba, en un terreno donde antes solo crecía una, merecería algo mejor de la humanidad y haría un servicio más esencial a su país, que toda la raza de los políticos. juntos". Sabias y oportunas palabras. En agricultura la meta es y será siempre producir más con menos. Más dinero para el agricultor y menos precios para el consumidor. Eso solo se logra con mayor productividad y menos ideología.



Referencias:

El autor es Profesor e Investigador en la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Las fuentes usadas en este artículo pueden ser obtenidas escribiendo a luis.destefano@upch.pe


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