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Magali Carrillo / Víctimas de la violencia 

  • Magali Carrillo
  • 8 dic 2024
  • 3 Min. de lectura

Quienes son las verdaderas víctimas de la violencia

 

Según INFOBAE, el 2024 es el año con la mayor cifra de homicidios en Perú durante los últimos ocho años, puesto que al 14 de noviembre se han reportado 1,702 homicidios, superando los casos reportados en 2022 y 2023, que estuvieron en el orden de 1,516 y 1,431 respectivamente, resultado de la creciente inseguridad en el país.

 

Asimismo, el analista de Datos Juan Carbajal de La República da a conocer que el mayor número de homicidios se concentra en Lima Metropolitana, Callao y la Libertad, que representan el 30% y 40% del total de los homicidios a nivel nacional, situación se refleja en la Morgue de Lima, que ha colapsado debido a la ola de crímenes ocurridos, reportándose el ingreso de 18 cuerpos por muerte violenta al día, incrementándose la incidencia de cadáveres por bala en un 30% respecto al año anterior.

 

La incidencia en las actividades criminales que terminan en homicidios en nuestro país viene mostrando una tendencia ascendente; reportándose 671 durante el 2017, durante el 2018 se incrementó a 911, en el 2019 se reportaron 1.070; y aunque en 2020 hubo una ligera disminución a 1.002 casos, desde 2021 los números volvieron a crecer significativamente. Habiéndose reportado 1.317 homicidios durante el 2021, la que se incrementó durante el 2022 a 1.516, y en 2023 se registraron 1.702 víctimas.

 

Sin embargo, existe una consecuencia importante de estas actividades sobre un grupo poblacional del que no se tiene registro o dato oficial alguno, que involucra directamente a los familiares sobrevivientes de ésas víctimas de homicidio; aquellos que de alguna manera tenían un vínculo de dependencia ya sea financiera social o afectiva, seres humanos a quienes de un momento a otro se les cambia el escenario, viéndose forzados a enfrentar una nueva realidad en un contexto complejo ante la pérdida irreparable de un ser querido.

 

Estos “sobrevivientes” se convierten en un grupo vulnerable, puesto que pasan de ser familias estables, con ingresos, a depender de la asistencia de otros, con una marcada desigualdad de oportunidades que limita el acceso a un trabajo adecuadamente remunerado, y en consecuencia a educación, vivienda, salud, alimentación de calidad tanto como relaciones sociales, permitiendo la marginalidad en la sociedad y probables conflictos sociales, jóvenes postergando sus proyectos de vida para contribuir a sostener la economía familiar.

 

Un Homicidio impacta fuertemente a las familias, que son el núcleo de la sociedad, desestabilizándolas, afectando, además de la economía familiar, en el bienestar psicosocial de sus miembros, que tras una situación violenta ven afectada su salud mental, teniendo que enfrentar sensación de perdida, desamparo, temor. Las familias ven vulnerados sus derechos, y se encuentran en desventaja ante la carencia de elementos esenciales para la subsistencia y el desarrollo personal, contando con limitadas herramientas para abandonar situaciones en desventaja, estructurales o coyunturales que además no reciben apoyo por parte del Estado o la sociedad que desconoce la gravedad de la situación.

 

Nos hemos acostumbrado a escuchar reportes diarios de actividades delictivas, cada una más sangrienta que otra, sin respeto ni discriminación por espacio alguno, a vista y paciencia de niños y población en general. La sensación de inseguridad sigue creciendo, generando zozobra en nuestra sociedad, y entre tanto casos, no vemos el impacto de toda esta situación en el colectivo, nos estamos acostumbrando a normalizar esta situación como parte de una lamentable realidad que nos toca vivir, una realidad que tarde o temprano nos va afectando a todos, directa o indirectamente.

 

Y entonces, vuelvo a preguntar, ¿hace cuanto no nos sentimos seguros en nuestro entorno?, ¿cuánto nos afecta esta situación de violencia?, ¿quiénes son las verdaderas víctimas? No podemos seguir negándonos a ver, o sí.

Idalia Magalli Carrillo Yépez

 


 

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