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Manuel Bernales / Paradigmas del ambiente y energía (1 de 3)


La complejidad bajo la perspectiva de la especialización.

La idea central de esta nota es “académica y políticamente incorrecta” como se diría ahora, considerando la corriente dominante del pensamiento común, cívico y universitario, centrados en especializaciones sobre todo en ciencias exactas, naturales y tecnologías.


Se afirma categóricamente que la especialización es indispensable y suficiente a la hora de ver asuntos “de la tierra”, “del agua”, “del ambiente o de la energía.


Es más, en la esfera de la promoción de la investigación científica y técnica en las universidades mejor clasificadas internacionalmente, por varios sistemas de puntaje, con diversas variables e indicadores, se evidencia que en las mejores universidades del mundo, destacan tanto la especialización como el desarrollo de áreas estratégicas complejas, con base en investigaciones rigurosas, prolongadas y revisión de sus efectos en las realidades en que se aplican: desde las medicinas y vacunas como ahora en la pandemia del Coronavirus, hasta en el mundo de los organismos especializados de los sistemas mundiales y regionales, y aplicación de energías cero en carbono inseparables de sus relaciones efectos en la cultura y hábitos de grupos e individuos.


Estás dos tendencias paradigmáticas se evidencia en organismos gubernamentales y no gubernamentales nacionales e internacionales, que van dando creciente cabida al paradigma de complejidad, sea que se les denomine holísticos, sistémicos o estructurales.


No es que esos modos de pensar y representar se reduzcan a la variabilidad de lo social, individuo en familia, asentamiento, función o grupo de pertenencia o de referencia, hasta llegar a la escala del Estado-nación que sigue siendo la categoría macro más empleada--sino que reconocen que la “incertidumbre o mejor, indeterminación" (relevada por Werner Heisenberg), es válida tanto para micro sistemas como para meso y macro sistemas o estructuras. Sobre todo, en perspectiva de ciencia aplicada, es decir, para un fin, objetivo, propósito o resultado que se busca alcanzar o realizar, en x o z ámbitos o niveles de la vida en sociedad. Naturalmente hay fenómenos naturales que no están sujetos a la “condicionalidad” de “ser o existir en sociedad” y ellos abundan, pero no son toda la realidad.


Si bien la especialización es condición para conocer mejor, saber más y abrir paso a la aplicación en su misma esfera y casi siempre en combinación con otras esferas de conocimiento, la historia de la ciencia y de las civilizaciones o culturas, sin entrar en superadas polémicas conceptuales o terminológicas boyantes en el siglo XIX, evidencian que la comprensión de lo real no es posible solamente con la especialización. Esta evidencia es más fuerte, por así decir, si tratamos del ser humano en sociedad, así como de sus necesidades y satisfactores materiales y no materiales de las mismas.


Tampoco las ciencias del “hombre en sociedad” como se expresaban Linton, Malinowski u otros fundadores de la antropología moderna, --y la misma línea de pensamiento atraviesa todas las ciencias sociales y humanas, especialmente desde el período finisecular del XIX--, prescinden de la especialización, de cuyo conocimiento, se insiste, es “en profundidad”. El futuro depende, tanto como de las ciencias exactas naturales y tecnologías, como de saber y aplicar el paradigma de complejidad para decirlo de modo genérico.


El uso de agua o de porciones de tierra que una población determinada considera que son “sagrados”, para producir energía o cualquiera otra aplicación de interés humano, económico, social, militar o paisajista, chocará con inversiones que ignoren esa realidad y tendrá resistencia en grado diverso, dependiendo de la percepción de la amenaza o daño, porque se considera tabú, sagrado, intocable, valor o estimativa social-cultural superior que se debe y puede preservar o proteger.


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