Francisco Sagasti Hochhausler es una lección andante de lo que no queremos en un presidente. Imitando su inspirado estilo, podríamos decir: “emocionado, emocionado, al abismo nos ha llevado”. Él y su gabinete son una manga de inútiles que viven de nuestros impuestos sin hacerse verdadero cargo de nada, pero hablando bonito de todo.
Sólo pensemos en el tema de la gestión de salud. +/- 1000 peruanos mueren al día por el covid. El gobierno dice que son mucho menos. Claramente no quieren enfrentar el costo de asumir la realidad. Es mejor sacar decretos, planes, estrategias, que actuar.
¿Han comprado pruebas moleculares para un seguimiento masivo? No, eso cansa, parece. O no se les ocurre cómo hacerlo. O simplemente no les da la gana. No sé. Por cualquier razón, sólo por eso merecen la cárcel por negligencia homicida.
¿Han comprado decenas de plantas de oxígeno, para poner una en cada hospital? ¿Miles de camas UCI? No. Han preferido comprarles oxígeno a los vecinos y aceptar con un poco menos de indolencia que el gobierno del lagarto las donaciones de terceros, peruanos del sector privado. Eso sí, son extraordinarios para citar las donaciones como logros propios.
Mientras tanto la gente ve morir a sus familiares por falta de oxígeno, con el corazón recubierto de una rabia amarga, con sed de venganza que luego llevan a las urnas.
Del tema de las vacunas mejor no hablar. Ayer me ha tocado ver al presidente poeta defender la vacuna china, asumiendo el cargo de embajador local de SinoPharm, que no sería tan mala e ineficiente como la propia autoridad China reconoció públicamente, para estupor del mundo. “Ya han aclarado” dice nuestro presidente, en la más servil besada de botas al régimen chino que puedo recordar.
Mientras tanto, medio Lima pituca está repartida en Estados Unidos, vacunándose mientras pasean. No va a ser. Y claro, suben los contagios por el desmadre de la lucha anticovid y los oligofrénicos que tenemos al cargo sólo tienen una carta en la mano: ¡Enciérrense! No a la playa, no a los templos, no a usar tu carro. No salgas los domingos, pero súbete al metropolitano repleto todas las noches de toque de queda.
Son tan inútiles que no sólo no ayudan, estorban. A nivel micro, estorban la gestión de miles de empresas, pequeñas y medianas, como la mía, que necesitamos trabajar para darle de comer a nuestras familias, sin entender que recortar horas al día destruye la posibilidad de hacer negocio, sin ayudar un ápice a la gestión de salud.
A nivel macro, son espectadores pasivos de la demolición del estado de derecho y el imperio de la ley en el país. Entre el congreso y la delincuencia (perdón por repetir) se ha creado un clima de todo vale, en el que el gobierno es un convidado de piedra al caos nacional. Y luego nos sorprendemos que el lapicito arrase en provincias.
Me quedo con unas preguntas. ¿Le debemos obediencia a un incompetente de este calibre? ¿Haremos que paguen los que nos pusieron en esta situación? Los morados ya recibieron algo del vuelto por esta gestión, pero hay muchos más. ¿Aprenderán a callarse el hocico los opinólogos que aplaudieron su llegada? Rosa María, Augusto, Marco, Jaime… los estoy mirando.
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