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Paskal Vandenbussche / Cambio Social y RSE (2 de 3)


No existen muchos estudios que hayan calculado el monto que el sector privado está invirtiendo en políticas o prácticas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), sin embargo, en un estudio realizado por UNESCO y Varkey Foundation, se ha estimado que el conjunto de empresas del ‘Fortune Global 500’, en el año 2013, tenía un presupuesto destinado para RSE de $19.9 mil millones de USD. Estos montos seguramente han aumentado en el tiempo, tomando en cuenta la creciente visibilidad e importancia de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y el mayor número de empresas que están publicando sus reportes de sostenibilidad basados en la metodología del GRI. Como indicó Susan McPherson en su artículo, Corporate Responsibility: What To Expect In 2019, el interés de los inversionistas en los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) se ha generalizado, y esta tendencia continuará, con una inversión socialmente responsable que se está convirtiendo gradualmente en la nueva normalidad (McPherson 2019)


A pesar de los grandes esfuerzos de los Estados y los representantes del sector privado para promover e implementar acciones de responsabilidad social empresarial, diferentes expertos en la materia se han pronunciado sobre la necesidad de realizar algunos ajustes. Más que nunca es pertinente reflexionar acerca de si realmente el sector privado puede ayudar a contribuir a los cambios sociales que se requieren hoy en día para enfrentar los problemas con un enfoque sistémico.


Ya en el año 2012, Paul Klein, en su artículo ‘Is CSR as We Know It Obsolete?’, indicaba que, “No cree que la RSE sea la mejor manera de capturar la relación entre las empresas y la sociedad o un enfoque efectivo para abordar problemas sociales complejos”, indicando además que “el cambio social no es responsabilidad de los negocios, es el resultado de las empresas.”(Klein 2012a). Él se refiere entre otras cosas, a la necesidad de las empresas de tener claro su ‘propósito social’ e integrar los resultados sociales en las métricas de cada aspecto operativo del negocio. Estos son elementos esenciales en el concepto de ‘Crear Valor Compartido’ de Michael Porter y Mark Kramer.(M. E. Porter y Kramer 2011). En el artículo, los mencionados autores argumentan que las empresas pueden ir más allá de la responsabilidad social corporativa y obtener una ventaja competitiva al incluir consideraciones sociales y ambientales en sus estrategias y tratar los desafíos sociales como oportunidades comerciales. ‘Valor compartido’, entonces, es una disciplina empresarial en la que las empresas utilizan su actividad principal para impulsar el cambio social y mejorar su competitividad a la vez.


Otro aspecto que Paul Klein, y muchos otros autores, están buscando es la necesidad de profundizar la colaboración entre Estado, sector privado y sociedad civil (Klein 2012a). De forma similar, Aron Cramer, Gerente General y Presidente del ‘Business for Social Responsibility (BSR)’, dijo que estamos entrando en una “década decisiva, en cuanto a que las empresas, trabajando con el gobierno, la sociedad civil y otros socios, ayudarán a determinar si se alcanzarán los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la visión del Acuerdo de París. Este es un momento clave para colaborar de forma profunda y lograr un cambio sistémico.”(McPherson 2020). Frank Dixon, sigue esa línea en el artículo System Change and the Sustainable Development Goals donde indica que no se podrán lograr los 17 ODS “sin un cambio de sistema" (Dixon 2017). Y resulta importante entender, tal como lo indica Stefan Jimenez, que “A falta de apenas una década para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), hay dos cosas claras: la transformación de los sistemas, en lugar del cambio incremental, es necesaria para abordar los desafíos que se avecinan; y la necesidad de mejores formas de medir el desempeño de la compañía y el progreso colectivo en los cambios de sistemas necesarios para cumplir con los 17 ODS de la Agenda 2030 de la ONU” (Jimenez 2019). Por lo que surge la siguiente pregunta: entonces, ¿cómo se logra una profunda coordinación y colaboración que permita contribuir a resolver problemas complejos o coadyuve a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible?


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