Escucho después de unas horas de todo tipo de música -salsa, tango, vals, son, medioevo- el Concierto para piano Nº 2 de Serguei Rachmaninov, y me estremezco. Es una melodía de una gran belleza e intensidad, pero es más y distinto a lo que debe haber buscado el compositor como impacto en los oyentes.
Cada obra creativa es valorada según quien la recibe antes que lo que buscó o supuso el autor. Significa para mí la recuperación en un momento de mi vida de una alicaída autoconfianza, porque el compositor nada más sintiendo nuevamente fé en sí mismo, en sus potencialidades en su campo, superó la depresión en que lo hundió el fracaso de su primer concierto cuatro años atrás (luego reconocido y exitoso, a la postre).
Me evoca también los años 1917 de la inicial Revolución Rusa, ya que la usó mi nuera para acompañar un videíto sobre ese gran evento, en el que me filmó una conversación que desarrollé por su 100 aniversario en el 2017, sobre el tema del colapso económico de la URSS.
Comento al paso que 1917 -el periodo revolucionario- fue una etapa final en la 1era guerra, con millones de muertos, hartazgo de la población, democratizante al máximo, que tumbó la monarquía e inauguró la República, algo simplemente fuera del alcance de las ignorantes y dogmáticos prejuiciados.
Y ahora me surge asociar la melodía con el sufrimiento y el abatimiento de tantos en ésta pandemia y la crisis económica brutal, con millones de nuevos desocupados, encima del desastre neoliberal marginante que ya padecían. A lo mejor la melodía les sirve también para recuperar la confianza en sus facultades diversas, algo que a lo mejor sienten que han perdido.
Desde el cariño y el respeto que siento por tantas personas valientes y titánicas en la lucha por la supervivencia, nadando a contracorriente, los invoco a recuperar esa fuerza que es el torrente fundamental que sacará de nuevo adelante a nuestro país. Rachmaninoveémonos todos.
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