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Fabiola Morales / El ejemplo de Barsallo

Actualizado: 5 jul 2020


(Artículo publicado previamente en el diario Expreso)


Luis Barsallo, es un mediano empresario del Callao que sigue vendiendo el balón de oxígeno a 15 soles, su valor real; mientras en esta época de crisis por la pandemia que ya ha causado más de 5 mil víctimas mortales en nuestro país -según cifras del Ministerio de Salud- la conducta corrupta de miembros del Estado y del sector privado, en la adquisición y venta de productos y servicios de salud contra el Covid-19, ha crecido de manera vergonzosa.


Conocido es que las personas afectadas por el nuevo coronavirus están muriendo porque el Sistema de Salud precario que tenemos, se ha desbordado como era de esperarse. No hay camas y muchos son los enfermos que deben recibir oxígeno en la calle sentados en una silla, al lado de un hospital o de una clínica que no los recibe, sencillamente, porque no tiene capacidad. Pero, la situación se agrava cuando los enfermos que necesitan oxígeno, no pueden conseguirlo, debido a la escasez y los altos precios del balón, por el que han llegado a cobrar hasta 7 mil soles; según testimonios publicados y que proceden de regiones como Loreto y Piura, particularmente, de la provincia de Talara. Así se están aprovechando del dolor de las víctimas y su familia.


Sin embargo, Luis Barsallo está demostrando que el tener una conducta empresarial ética, propia de la dignidad de todo ser humano, es una decisión personal justa, valiente y perfectamente libre; dentro de un contexto del “libre mercado” y sin la necesidad de recurrir al control de precios estatal, como lo comentábamos hace dos semanas en esta misma columna.


Tampoco es necesario tener una gran organización empresarial, ni mucho menos, intentar justificarse con la ley de la “oferta y la demanda” para tener una conducta humana recta y coherente. Cuando el comerciante es honrado y tiene hábitos virtuosos, actúa en consecuencia; no son los ámbitos económico, político, cultural o social, los que se conjuran en contra la ética de las personas cuando, realmente éstas son justas y auténticas, de una sola pieza.


El mercado está sujeto a los principios de la ética y de la justicia; y las personas que se dedican a la actividad económica, no están exentos de vivirlos, menos en nombre de las “metas económicas” o de las “cuentas de resultados” que, en todo caso, son medios para servir al desarrollo de los pueblos y al bien común. La avaricia y la angurria, como la estafa, el engaño y la explotación en cuestiones económicas son vicios que no corresponden al empresario; sino más bien al contrabandista, al narcotraficante o a quienes se dedican a la trata de personas y a los “negocios sucios”.


Si bien, vivimos en un contexto que es indiferente y tantas veces justifica determinadas inconductas empresariales, “el sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza, es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente”, como bien ha escrito el actual papa emérito, Benedicto XVI.


En su sencillez, Luis Barsallo ha demostrado que encarna estos valores en su quehacer como negociante de oxígeno, no sólo actúa como un hombre probo y justo, sino como un empresario solidario que, frente a la necesidad, sigue trabajando esforzadamente: vendiendo al precio justo, atendiendo ordenadamente a todos sus clientes y procurando que vender en la cantidad correcta, para que todo puedan abastecerse. El desarrollo de los pueblos depende, sin duda, que conductas como éstas se repliquen y sirvan de ejemplo. Otra cosa, es populismo.


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