Fabiola Morales / No más presidentes en la cárcel
- Fabiola Morales

- hace 20 minutos
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Los expresidentes Martín Vizcarra y Pedro Castillo han sido sentenciados, en una misma semana, por la justicia peruana a varios años de prisión efectiva, sumándose a los ya encarcelados, Alejandro Toledo y Ollanta Humala; sin duda, un récord mundial que, según cómo se vea, nos favorece o nos avergüenza.
Por una cara de la moneda, nuestra imagen es la de un país que no tolera los actos de corrupción ni conductas reñidas con la ley o el sistema democrático; por la otra cara, sin embargo, nos muestra como un pueblo que no sabe elegir a sus gobernantes, que terminan mostrando sus pies de barro y quebrando la confianza de todos.
Si bien todos celebramos que se haga justicia, independientemente del nivel social, económico o político de los actores, también sufrimos la frustración del engaño y la manipulación de quienes se presentaron como los salvadores de todos los males de la patria y pidieron el apoyo ciudadano para gobernar, en representación del pueblo y para el bien común.
Esta realidad política desgarradora de líderes que, cada cinco años, se presentan como los nuevos mesías y acaban siendo delincuentes —de acuerdo con el criterio de los jueces y en base a pruebas fiscales— explica perfectamente el abultado porcentaje de personas a quienes, en estos momentos, se les pregunta por sus preferencias para votar en las cercanas elecciones generales, y no responden.
No se trata solo de la costumbre del peruano que decide su voto en el último momento, mientras forma cola para sufragar, sino de la profunda desconfianza que existe en los liderazgos políticos. Muchas personas viven desconectadas de la política, mientras otras la detestan y, si van a votar, es solo por evitar la multa, no por compromiso y menos por convicción cívica de cumplir con ese deber de manera informada y esperanzada.
En este momento, los líderes de los partidos políticos tienen la grave responsabilidad de escoger a los mejores para llevar como candidatos a la presidencia y en la llamada plancha presidencial, como también al Senado, a la Cámara de Diputados y al Parlamento Andino. ¿Cuántos no hacen la tarea? Ya lo veremos, cuando la realidad de la existencia de vampiros que ahora se presentan como mansas palomas y ellos los acogen para armar sus listas, como militantes o invitados, los golpeen con la deslealtad, la inconducta y hasta el delito.
El segundo filtro está en manos de los organismos electorales: el Reniec, que no puede colocar como vivos a los muertos; la ONPE, que tiene el deber de contar y cuidar el voto ciudadano, que representa la “sagrada voluntad” del pueblo; y el Jurado Nacional de Elecciones, que es la última instancia que garantiza unas elecciones justas y transparentes.
Los expresidentes que ahora están cumpliendo su condena en la cárcel, en su momento, fueron colocados como el plato fuerte de un menú electoral que los líderes de los partidos ofrecieron al ciudadano, pasaron el filtro de los organismos electorales y recibieron el respaldo del pueblo en distintos momentos de nuestra historia reciente; ojalá no nos volvamos a equivocar, aunque dicen que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”.
Tenemos, nuevamente, la oportunidad de informarnos e informar, de educarnos y educar en la difícil tarea de emitir un voto responsable del gobierno en los siguientes cinco años. No queremos un presidente más en la cárcel. Nos interpela como peruanos, porque ocuparon la más alta magistratura no por casualidad, sino con el respaldo del voto popular.








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