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Fernando Cillóniz / Copionería y autorología


La copionería siempre existió. En mi época de estudiante, los copiones eran los vagos. Los que no les gustaba estudiar. Y los brutos. Los brutos también eran copiones. La cabeza no les daba para aprender, entonces sólo les quedaba copiar. Disculpen el término “bruto” pero así les decíamos de niños. ¡Qué quieren que les diga!


Y entre los profesores, había de todo. Desde los profesores sargentos que caminaban vigilantes por la clase, y ¡ay de aquel que era descubierto copiando del compañero de al lado! O, peor aún, ¡pobre del copión que era ampayado con el comprimido escondido bajo la manga! ¡Cero de nota por copión! Pero también había aquellos profesores que se sentaban en su pupitre – incluso, se salían de la clase – y dejaban que los copiones hagan de las suyas.


Sin embargo, la copionería siempre fue mal vista. Muchos copiones de mi tiempo fueron hasta expulsados del colegio. Y en la universidad – por lo menos en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) – era imposible copiar.


Ahora, con el devenir de la tecnología – Internet, Google, WhatsApp, etc. – el Copiar – Pegar resulta música celestial para los copiones. Pero, como la ley física de acción y reacción existe, ha aparecido la “autorología”.


Hasta antes del escándalo del plagio de la tesis de Maestría en Educación de Pedro Castillo en la Universidad César Vallejo, yo no sabía que existía la “autorología”. Una ciencia que permite identificar a los redactores de ciertos textos cuyas autorías resultan relevantes. De allí, el nombre de autorología. Ciencia que estudia las autorías de los textos escritos.


La autorología se usa mucho en temas de seguridad y lucha contra el crimen organizado. Eso me dijo un autorólogo. La autorología sirve para identificar – por ejemplo – a los autores de los típicos mensajes anónimos, a través de los cuales los terroristas extorsionan a sus víctimas. ¡Muy importante!


Ahora bien, en la autorología aplicada, no siempre se busca identificar al autor de un texto determinado. A veces – como en el caso de la tesis de marras – se busca determinar quién NO pudo haber escrito el texto en cuestión. ¡Muy importante también!


Mucha gente se ha librado de ser acusada de terrorismo u otro delito grave, precisamente porque sus formas y estilos de expresión oral no se condecían con los textos incriminatorios escritos. Y al revés. Mucha gente ha sido sancionada por atribuirse autorías de textos que claramente no fueron escritos por ellos. Todo, gracias a la autorología.


A ese respecto, si aplicáramos ciertas técnicas autorológicas al caso Castillo – La Vallejo, concluiríamos que jamás Pedro Castillo podría haber escrito su tesis de Maestría en Educación. ¡Imposible! Incluso, el descarado silencio de su señora la “coautora”, lo dice todo. Basta correlacionar la oratoria de Castillo con algunos párrafos de su tesis, para arribar a dicha conclusión. Recordemos los célebres dislates del Presidente Castillo respecto del pollo, la guerra entre Rusia y Croacia, los 1,200 países del mundo, el medio ambiente y el ambiente completo, y todos los demás. Repito – autorológicamente – es imposible que Pedro Castillo haya escrito su tesis de Maestría en Educación.


Y lo mismo se podría decir respecto de César Acuña y su tesis de Doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Es imposible que Acuña – también famoso por su oratoria cantinflesca – haya podido escribir un texto tan prolijo como el consignado en su tesis doctoral.


Dicho esto – que Castillo y Acuña NO son los autores de verdad de sus respectivas tesis – aparece el concepto de “extorsionabilidad”. ¿Qué dice la autorología al respecto? Pues que la corrupción propicia la extorsionabilidad. Los corruptos son fácilmente extorsionables. Y los que copian tesis o – peor aún – los que hacen suyas tesis que jamás redactaron, son también corruptos y – por ende – altamente extorsionables. ¡Puro razonamiento lógico, puro sentido común!


Y bueno, lo estamos viendo en tiempo real. Karelim López desenmascara al Presidente Castillo y lo tilda de cabeza de la mafia de Palacio de Gobierno. Zamir Villaverde igual. Luego, Bruno Pacheco, Secretario de Palacio; Vladimir Meza, ex Alcalde de Huaraz; Juan Silva, ex Ministro de Transportes y Comunicaciones; Fray Vásquez Castillo y Gian Marco Castillo Gómez, los sobrinos del Presidente; Raúl Doroteo, Juan Carlos Mori, Jorge Flores, Darwin Espinoza, Ilich López y Elvis Vergara, alias Los Niños; Jorge Salas Arenas, Presidente del Jurado Nacional de Elecciones; y ahora se suma César Acuña Peralta, amo y señor de la Universidad César Vallejo, y por limitaciones de espacio, paro de contar.


El hecho es que – como cantaban Los Nosequien y Los Nosecuantos – total corrupción hay por todos lados y – por ende – extorsionabilidad a tope. Copiones, corruptos, compinches, extorsionadores, todos están cayendo. ¡Qué importante está resultando la autorología!


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