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Fernando Cillóniz / Dar de comer al hambriento


“Dar de comer al hambriento” (eclesiastés 11:1)

El hambre en el mundo – generalmente – se asocia a guerras o malas cosechas. Muchas veces, las malas cosechas se asocian a sequías. Sin embargo, en nuestro país, a pesar de no estar en guerra, ni padecer sequía alguna… hay hambre.


Incluso – más contradictorio, aún – cada vez producimos más alimentos: papa, maíz, arroz, azúcar, frutas, hortalizas, etc. Además, tenemos el mar más rico del mundo en materia de biomasa marina: pescados, mariscos, algas…


Por otro lado, nuestros reservorios en todo el país están a tope. Gracias a Dios, la temporada de lluvias que terminó en abril pasado fue buena. O sea ¡tenemos agua para la próxima campaña agrícola! ¿Por qué dicen que la producción alimentaria caerá 40%, si tenemos agua?


La pregunta entonces es ¿por qué hay hambre en nuestro país, si tenemos tantos alimentos… y cada vez producimos más? Bueno pues, de eso se trata el presente artículo.


El hambre que padecen muchos compatriotas se debe a la pobreza. No a la falta de alimentos. Muchos peruanos son tan pobres que no tienen dinero para alimentarse correctamente. ¡Por eso hay hambre en nuestro país!


Entonces, el problema de fondo es ¿por qué hay tanta pobreza? Veamos… ¿acaso el marcado sesgo anti empresarial del Gobierno no desalentó el proceso de inversión privada y generación de empleo? ¿Acaso la inoperancia del Estado no propició el cierre de miles de empresas – sobre todo, micro y pequeñas empresas – que dejaron a millones de peruanos desempleados o mal empleados?


Por otro lado ¿acaso la corrupción y el abrumador maltrato burocrático estatal no informalizó y empobreció a millones de micro y pequeños empresarios?


¿Acaso la descarada corrupción liderada por el Presidente Castillo – y sus predecesores – no devino en una pésima utilización de recursos públicos, que bien utilizados hubieran generado mucho progreso y bienestar?


¡A buen entendedor… pocas palabras! Claramente, la corrupción e inoperancia en el Estado propició el empobrecimiento de muchos peruanos. Compatriotas que perdieron su trabajo, y que hoy no tienen dinero ni siquiera para alimentarse, ellos y sus familias. Desinversión… desempleo… pobreza… he ahí la trilogía precursora del hambre.


Como se ve, el hambre en el país es una problemática política, no agrícola. El problema es económico, no agronómico. No estamos ante una crisis alimentaria; la crisis es humanitaria.


El hambre en el Perú es una falla del Estado; no del mercado. Es un descaro moral que muchos peruanos pasen hambre… y que sea – precisamente – el Estado quien lo propicie.


Ahora bien, para esconder su podredumbre moral e inoperancia, muchos políticos peruanos están diciendo que el hambre en nuestro país se debe a la guerra entre Rusia y Ucrania. ¡Puras excusas… típicas de gente mediocre que jamás reconoce sus faltas! De la misma opinión son algunos periodistas y académicos que ¡sabe Dios qué se tienen entre manos!


Claro que la guerra entre Rusia y Ucrania ha encarecido productos como petróleo, trigo, maíz, fertilizantes, y otros que importamos. Claro que la guerra ha encarecido los fletes marítimos. Pero también ha encarecido productos que nosotros cultivamos como café, maíz, azúcar, algodón, etc. Incluso, productos que exportamos, como cobre, oro, harina de pescado, etc.


Dicho sea de paso, nuestra balanza comercial – es decir, la diferencia entre nuestra exportaciones e importaciones – es altamente favorable para nuestro país. Por ello, nuestras reservas internacionales crecen día a día… a pesar de la guerra, y a pesar del encarecimiento de los productos que importamos.


En ese sentido, el momento es muy propicio para fomentar las inversiones en minería, agricultura, pesca, petroquímica, transporte marítimo… precisamente, en aquellos productos y servicios cuyos precios han subido mucho últimamente.


En un contexto inflacionario como el actual, la única política económica que cabe para evitar el hambre de los peruanos es aquella que fomente las inversiones – públicas y privadas – en todos los campos de la actividad económica nacional, para generar empleo digno de manera masiva, para que la gente tenga dinero para comprar alimentos y combustibles caros. ¡No queda otra!


Pero no. En vez de ir por la vía sensata y efectiva de la generación de confianza y seguridad, el Presidente Castillo – además de demonizar toda acción empresarial – se fue por el camino oscuro del populismo, el clientelismo político… y la corrupción.


Incluso – en vez de aprovechar la coyuntura económica mundial a nuestro favor – la Vice Presidenta Dina Boluarte no tuvo mejor idea que satanizar a la minería peruana, en el mismísimo foro económico mundial de Davos – Suiza. ¡Por qué será tan acomplejada esta señora!


Pues bien, las consecuencias de todo este desmadre estatal están a la vista: las ollas comunes crecen día a día por todo el país. Cada vez hay más mendigos en las calles. Y la delincuencia… ¿acaso no es sabido que a más pobreza… más delincuencia?


CONCLUSIÓN: muchos peruanos pobres están pasando hambre. No por la guerra entre Rusia y Ucrania sino por el Estado populista, inoperante y corrupto. ¿Qué hacer?


Para empezar… no esperar nada del Estado. Al contrario, cada vez más empresas y colectivos privados – precisamente, aquellos demonizados por el Presidente Castillo y su pandilla – se están organizando para derrotar el hambre en todo el país, apoyando Ollas Comunes, Comedores Populares, Centros Educativos, Hospitales, Iglesias, etc.


Estemos vigilantes. Poco a poco nos iremos enterando de ellos. Acudamos a su llamado. Hagamos realidad – misericordiosamente – el amor al prójimo, y el dar de comer al hambriento.


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