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Juan de Dios Guevara / La IA, Harari y el Perú 

  • Foto del escritor: Juan de Dios Guevara
    Juan de Dios Guevara
  • hace 3 días
  • 5 Min. de lectura


Yuval Noah Harari, historiador y filósofo israelí, es una de las voces más influyentes en el análisis del impacto de la inteligencia artificial (IA) en la humanidad. Leyendo Nexus, su último libro, presento algunas de sus ideas clave y algunas propuestas y recomendaciones para que el Perú, aborde el desafío de la IA de manera estratégica.

 

En sus diversas obras, resaltando: Homo Sapiens, Homo Deus y Nexus, así como en entrevistas recientes, Harari advierte sobre los riesgos y oportunidades de la IA, describiéndola como una «inteligencia alienígena» capaz de transformar radicalmente la sociedad, la economía y la política.

 

Harari subraya que la IA es diferente a cualquier tecnología previa porque actúa como un agente independiente capaz de tomar decisiones, generar ideas y crear narrativas propias. A diferencia de la imprenta o la bomba atómica, que requieren intervención humana, la IA puede, por ejemplo, diseñar instrumentos financieros o manipular elecciones sin supervisión directa. Este nivel de autonomía plantea riesgos existenciales, especialmente si no se regula adecuadamente.

 

En Nexus, Harari explica que la humanidad ha dominado el planeta gracias a su capacidad para crear y creer en «historias» (como el dinero, la religión o las leyes), que permiten la cooperación a gran escala. Sin embargo, la IA está superando a los humanos en la creación de narrativas, lo que podría erosionar la confianza y la cohesión social. Por ejemplo, algoritmos en redes sociales ya fomentan polarización y desinformación, y en el futuro, la IA podría generar leyes o discursos políticos incomprensibles para los humanos.

 

Harari advierte que la IA está concentrada en un puñado de países (como EE.UU. y China), lo que podría ampliar la brecha entre naciones desarrolladas y en desarrollo. Países como el Perú corren el riesgo de convertirse en «colonias de datos», donde su información es explotada por potencias extranjeras sin generar beneficios locales. Esta dinámica podría replicar, a una escala mucho mayor, las desigualdades de la Revolución Industrial.

 

La IA está reemplazando a trabajadores en sectores como la banca, y su capacidad para tomar decisiones opacas (por ejemplo, en préstamos o contrataciones) amenaza la transparencia democrática. Harari destaca que, si los ciudadanos no entienden las decisiones de los algoritmos, la democracia se debilita. Además, la proliferación de deepfakes y noticias falsas podría socavar aún más la confianza en las instituciones.

 

Harari identifica una «paradoja de la confianza»: los países y empresas desarrollan IA a gran velocidad por temor a quedar rezagados frente a competidores, pero esta carrera descuida la seguridad y el control. Propone una regulación global que, por ejemplo, prohíba a la IA hacerse pasar por humanos en redes sociales y garantice que las decisiones algorítmicas sean comprensibles. Sin embargo, reconoce que la cooperación internacional es difícil debido a divisiones geopolíticas.

 

Harari alertó que la IA, al saturar a las personas con información, está llevando al cerebro humano más allá de su «límite saludable». Algoritmos que no descansan generan adicción, polarización y deterioro de la salud mental, especialmente entre jóvenes. Propone prácticas como el mindfulness para reconectar con la realidad y contrarrestar el «ruido digital».

 

Harari enfatiza que, en un mundo transformado por la IA, la clave para adaptarse es la flexibilidad mental. Las habilidades específicas, como programar, pueden volverse obsoletas rápidamente, por lo que los individuos y las sociedades deben aprender a «olvidar» lo que creen saber y reaprender continuamente. Esta mentalidad es crucial para enfrentar un futuro impredecible.

 

El Perú, como país emergente, enfrenta desafíos y oportunidades únicos en la era de la IA. Basándonos en las ideas de Harari, sería bueno considerar las siguientes estrategias:

 

1)    Fomentar una regulación nacional proactiva. El Perú debe desarrollar un marco regulatorio que proteja a los ciudadanos de los riesgos de la IA, como la desinformación y la pérdida de privacidad. Por ejemplo, podría implementar leyes que obliguen a identificar claramente a los agentes de IA en plataformas digitales, evitando engaños. Además, debe exigir transparencia en los algoritmos que toman decisiones críticas, como en el sector financiero o laboral.

 

2)    Invertir en educación para la flexibilidad. Siguiendo el consejo de Harari sobre la importancia de desaprender y reaprender, el sistema educativo peruano debe priorizar habilidades como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la adaptabilidad. Los programas de formación deben incluir alfabetización digital y ética en IA, preparando a los estudiantes para un mercado laboral en constante cambio.

 

3)    Evitar el colonialismo de datos. Para no convertirse en una «colonia de datos», el Perú debe invertir en infraestructura tecnológica y soberanía digital. Esto incluye crear centros de datos locales, fomentar Startups de IA y establecer políticas que protejan los datos de los ciudadanos. Asociaciones con países de la región, como Chile o Colombia, podrían fortalecer la posición del Perú frente a las potencias tecnológicas.

 

4)    Promover la cooperación regional. Dado que la regulación global de la IA es compleja, el Perú puede liderar iniciativas en América Latina para establecer estándares comunes. Foros como la Comunidad Andina o la Alianza del Pacífico podrían servir para coordinar políticas que equilibren innovación y seguridad, evitando que la región quede rezagada.

 

5)    Fortalecer la conciencia ciudadana. Inspirados en la defensa de Harari por el mindfulness, el Perú debe promover campañas de educación pública sobre el impacto de la IA en la salud mental y la democracia. Estas iniciativas pueden incluir talleres sobre el uso responsable de redes sociales y programas que enseñen a detectar desinformación generada por IA.

 

6)    Aprovechar la IA para el desarrollo sostenible. La IA tiene el potencial de abordar problemas locales, como la gestión de recursos naturales, la agricultura de precisión o la atención médica en zonas rurales. El Perú debe incentivar proyectos de IA que respondan a sus necesidades específicas, colaborando con universidades, el sector privado y organismos internacionales.

 

7)    Crear un observatorio nacional de IA. Un observatorio dedicado a monitorear los avances de la IA, sus impactos sociales y sus riesgos podría ayudar al Perú a anticiparse a los desafíos. Este organismo podría asesorar al gobierno, proponer políticas y garantizar que las decisiones sobre IA sean inclusivas y éticas.

 

Yuval Noah Harari nos advierte que la IA es una fuerza transformadora con el potencial de enriquecer o destruir la civilización.

 

Para el Perú, la clave está en actuar con rapidez y visión, adoptando regulaciones que protejan a los ciudadanos, invirtiendo en educación flexible y promoviendo la soberanía digital.

 

Al equilibrar la innovación con la responsabilidad, el Perú puede no solo evitar los riesgos de la IA, sino también aprovecharla para impulsar su desarrollo en un mundo cada vez más interconectado y complejo.

 

Ojalá se reflexione y se tomen medidas al respecto, aunque dada la actual coyuntura política, con el nivel de nuestras autoridades, preocupadas en Rólex, cirugías plásticas, viajes, pendientes con la justicia y cómo sobrevivir ante tanta desaprobación, pero no en el desarrollo del país, se ve difícil; por lo que será bueno que reaccionemos, ante esta opinión, en que muchos coincidimos: “Veo al Perú con mucha tristeza. Merece un destino mejor y tiene con qué”. (Moisés Naím)



 

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