Algunos pronosticaron un cataclismo y el fin de la República del Perú como democracia. con los resultados de las elecciones del 6 de junio. Hay predicciones malas que se han cumplido, pero a los actores no les va bien en una situación en la que todos pierden. Están anclados sin salida.
Rafael López Aliaga y sus asociados, están aislados en Lima, del resto del país. Producto de una crisis de ideas y programa muy grave. Un país no se gobierna con la vacancia o el juicio político al Presidente. La gente espera salidas, no entradas a nuevas etapas de la misma crisis. Además, negarse a dialogar, algo anti político, no lo convierte a uno en el próximo Presidente del Perú, ni siquiera Alcalde de Lima.
En el lado de la zurda algunos crean que pueden hacer una revolución exprés, Una propuesta así choca con una realidad maciza como el granito: el gobierno y sus aliados no tienen mayoría en el Legislativo. Y no es serio querer jugar, fuera de la democracia, a tomar el poder, cuando aún no sabes gobernar y estas bregando con cargos de corrupción e ineficiencia de gestión.
Y si nada cambia, esta situación, nos llevará a ser un mix de Colombia 2021 y Chile 2018 a 2019. Tarde o temprano, la extrema y destructiva polarización del Perú ha de derivar del desorden actual a un proceso de grandes protestas contra las élites y el estado. Una insurgencia incontrolable, que surge cuando los de arriba no pueden gobernar y los de abajo ya no quieren seguir igual.
Los protagonistas principales de esta situación, tanto de izquierda como de derecha política, no se han informado del cataclismo de cambios que se vienen en el capitalismo mundial, que se aleja del neoliberalismo más extremo, mientras la guerra de Ucrania amenaza destruir parte de los resultados de la globalización comercial, aparte que la profundización de la guerra puede desatar riesgos de seguridad, abastecimiento y producción alimentaria, sin precedentes. Todos con efectos en el Perú y fermento de una ola de protestas sociales que sigue creciendo.
Entretanto, demasiados peruanos de las regiones, así como pobres urbanos y rurales, sienten que es hora de una “nueva anormalidad”, esto es, una economía que sirva más al país y su gente, con una nueva estructura de estado y un mercado más democrático, diseñado para darle más bienestar a todos.
Junto a la crisis diaria, existe la creciente conciencia que no es posible seguir siendo Ninis en una Mismocracia. Lo demuestran todas las reuniones entre el gobierno y las regiones, así como las plataformas de demandas sociales que aparecen en todo el país. El pedido Constituyente algo tiene que ver con ese pedido de cambio. Pero esto tampoco es posible si seguimos anclados en la nada.
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