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Miguel Dávila / Herencia del apicultor pionero


Para empezar dos frases:


“Solamente una vida dedicada a los demás merece ser vivida”

Albert Einstein


“El mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños”

Paulo Coelho


Según información de FAO, hoy se produce y comercializa, 446,000 toneladas métricas de miel en China el líder mundial, 75,000 toneladas en Argentina el líder de la región, y un poco más de 1,000 toneladas en Perú, un 1.2% del líder de la región; el potencial es alto, sólo mirar en perspectiva, hace sólo medio siglo no había una producción peruana trazable.


Miguel Felipe Dávila Noriega, Ingeniero Agrónomo y entomólogo forjado al calor de los años, profesor de profesores, profesional reconocido por propios y extraños, cuya vida giró sobre dos ejes fundamentales: por un lado, su familia y amigos, y, por otro, su pasión por el desarrollo agrario y las abejas.


Por medio de sus tres hijos, Raúl, Cecilia y Miguel, hoy su familia y enseñanzas se han ramificado en 7 nietos y 1 bisnieta, que reconocen con orgullo lo que es ser parte del legado que él nos dejó.


Mi padre llegó a Lima procedente de Iquitos, a inicios de la década de los años 50, con la firme motivación de ingresar a la Escuela Nacional de Agricultura; cuando Lima era prácticamente rural, tenía menos de 1 millón de habitantes y el Perú no más de 7 millones.


Su pasión por la entomología quizá nació entre sus juegos de niñez, en un Iquitos de los años 30, con 6 manzanas de ancho y 10 manzanas de largo, rodeado por una selva llena de mitos y leyendas. Nos contaba que, su juego favorito era corretear para atrapar chicharras, insectos de color negro y verde que viven prendidos en los árboles de la selva; tienen cuatro patas y dos enormes alas con las que emiten un sonido fuerte y agudo. Estos insectos son parte importante de la diversión de los pequeños, quienes pasan horas atrapándolos para luego atarles una pequeña soguilla al cuerpo y jugar a las carreras: gana quien los hace volar más alto o más lejos.


Postular a la Escuela Nacional Agraria era muy difícil en esa época, más todavía para un provinciano recién llegado como mi padre; reto superado por las enseñanzas de sus padres que tempranamente le dejaron, y la dura vida en el Iquitos de aquellos tiempos, situación que sin duda moldeó su carácter, haciéndolo disciplinado y perseverante hasta ver cumplidas sus tareas.


Así como él pudo ingresar a la ENA, lo hicieron muchos alumnos que preparó con la misma dedicación, enseñando todas las materias necesarias, sobre todo relacionadas a las matemáticas. La docencia empezaba a fluir como parte de su carácter. Esta profesión le sirvió para generar ingresos, y sobre todo generar las relaciones necesarias en una Lima que se negaba aún a salir de la acartonada verticalidad de la sociedad de la época.


Las matemáticas siempre lo acompañaron en cada momento, hasta sus últimos días prefería hacer las operaciones a lápiz y papel, y no usar su Casio que no obstante tener como 30 años, lucía aún como acabada de salir de la tienda Hiraoka. La matemática y su pasión por la entomología en su niñez, lo hicieron observar por horas el comportamiento de los insectos y el orden de estos dentro del supuesto caos de su existir, destacaba la importancia de las hormigas en el ecosistema y su gran Estado jerárquico, evolución organizacional y educativa basada en la producción dirigida a la sostenibilidad de la especie y su supervivencia en un medio tan hostil. De tanto observarlas, y como una manera de aproximarse a su entendimiento, matematizó la interacción de las hormigas, así como su tiempo de reacción ante diversos estímulos, alimentos, luz, fuego, agua de manera empírica. Estas observaciones iniciales forjadas en su niñez, lo llevaron a interesarse en el estudio de un insecto relativamente nuevo en Perú de los 50s, la Apis melífera, con semejantes características sociales que las hormigas, pero de generosa actitud al proveernos de sus nutritivos productos. Desde que ingresó a la ENA, les dedicó incontables horas, llegando a basar su tesis de grado en ellas, denominándola “Las matemáticas y las abejas”, donde en base a la estadística aplicada, teorizaba sobre el manejo de enjambres y división poblacional, así como las mejores distancias entre panales y floraciones para lograr la mayor producción.


Sus recuerdos, anécdotas y tertulias de sobre mesa, eran la mejor estrategia para cautivar a su público, no hay alumno suyo que no recuerde alguna de sus historias. Por lo general estos cuentos transcurrían en sus aventuras por la selva, donde sólo rivalizaban con las aventuras de Tom Sawyer; Asimismo, replicaba con mucha comicidad sus vivencias por los corredores de la ENA, donde era llamado cariñosamente por sus compañeros: “el ropavejero”, en alusión a sus múltiples emprendimientos y mil oficios que desempeñó durante sus años de estudio.


Motivado por el estudio de estos bichitos zumbadores, supo aprovechar las ventajas que ofrecía la ENA, al otorgar apoyo para emprendimientos a los estudiantes; así con el aval de su Director Alberto León, con su compadre y socio Manuel Abastos iniciaron la cría de las abejas con unas cuantas colmenas que pronto llegarían a un centenar. Menuda tarea lo mantenía en la escuela desde muy temprano, hasta muy tarde, siendo que en ninguna de las dos oportunidades le atinaba al bus de transporte de la escuela que partía de Paseo Parodi hacia la puerta 1 de La Molina. Con el afán de no descuidar su tarea, compró una bicicleta, las llamadas chacareras, con la que emprendía sus viajes desde su domicilio en San Miguel hasta La Molina y Viceversa, con la finalidad de no estar sujeto a horarios. Su disponibilidad y disposición fue aprovechada por el Director para encargarle la administración de las comunicaciones de la escuela, incluyendo la prestigiada revista Agronomía.


Formó parte de la Promoción Carlos Derteano Urrutia del año 53, en esa promoción encontramos personas como Alfonso Flores Mere, Oswaldo Gamero, José León, Antonio Manrique, Luis Paz, Fausto Robles, Jorge Pacheco, Klaus Raven, Mario Zapata entre otros que lo acompañaron en aulas y luego en diversas iniciativas destinadas a colocar la apicultura como política pública del sector.


Luis Gamarra Dulanto, profesor de cultivo algodonero en los 50s, personaje importante en la Sociedad Nacional Agraria, recomendó al recién egresado, para que participe dentro del comité de defensa técnica del algodón, en el cargo de Jefe Técnico Administrativo, donde ejercería sus funciones por 10 años. Luego hacia el año 63 inició un emprendimiento propio.


Por el lado académico funda la academia preuniversitaria AGROPERUANA especializada en postulantes a la ya formada Universidad Nacional Agraria La Molina - UNALM. Por el lado comercial conformó una granja apícola en Santa Clara, que le permitiría generar los ingresos para seguir dedicándose a su pasión; en ese tiempo contaba mi padre, había montado el apiario en un galpón para aves.


En 1966, el rector de la UNALM Federico Anavitarte, contacta a mi padre para interesarlo en trabajar como docente y administrativo en el Departamento Pre Universitario de la UNALM, situado en el fundo Santa Beatriz sobre la Avenida Cuba. Dicho encargo vino con el adicional de reacondicionar el apiario de la universidad, actividades a las que se dedicaría los siguientes 30 años de su vida. Ambas labores demandaban casi la totalidad de su tiempo, trabajando por las mañanas en La Molina y por las tardes y hasta muy tarde en la noche en Santa Beatriz; esto obligaba a cubrir la ruta entre ambas sedes con gran rapidez, debido a que su clase era la primera del turno de la tarde. En esa época ya el tráfico empezaba a complicarse, por lo que algunas veces llegaba fuera de hora a sus dictados, por lo que sus alumnos lo apodaron jocosamente: Miguel Dávila “No Llega”.


Desde 1969 inicia su actividad docente en la universidad con el curso Principios de Apicultura, fueron épocas de grandes retos. Sin que nadie lo supiera y contando con el apoyo de Mario Zapata, compañero y rector de la UNALM en esos años, mi padre inició las actividades de promoción de la actividad apícola dirigida a la industria del país, con acciones de asistencia técnica y enseñanza dentro y fuera del ámbito universitario, complementando sus labores con la investigación aplicada a la industria. Él siempre fue muy bromista, era típico ver cómo frente a un grupo de alumnos novatos, utilizaba más de la cuenta el ahumador, hasta que la bruma no dejaba ver más allá de un metro, causando confusión en el grupo; o aquellos días en que sacaba un marco lleno de abejas de la colmena y lo dejaba caer unos 10 centímetros para que todas las abejas salieran revoloteando a todos los presentes, sabía que las abejas en esas condiciones no iban a picar, pero algunos alumnos emprendían la carrera.


Tal como relataba mi padre, fueron épocas muy duras pero hermosas, y muy reconfortantes, dado que hasta que la Universidad Nacional Agraria no se hizo cargo, nadie hacía uso de la apicultura moderna con las características empresariales que se le supo imprimir. En el año 1974, inicia actividades para hacer crecer al apiario y funda el club apícola que llega a tener más de 300 miembros en todo el país, y con cuyos aportes construye un taller de carpintería aplicada (de servicios, investigación y transferencia tecnológica), para construir colmenas y marcos, así como investigar sobre otros implementos y dispositivos, que vieron la luz en esos años y ahora son de uso común entre otros accesorios apícolas. Cabe señalar que, este emprendimiento de la UNALM fue inédito en nuestro país y sin temor a equivocarme se adelantó 40 años a los Centros de Innovación Productiva y Transferencia Tecnológica – CITE de la actualidad.


Durante los años 70, viajó varias veces a La Plata y a San Juan del Estero en Argentina país líder en la apicultura de la región, allí estudió sobre los sistemas de aseguramiento de calidad de la miel y la cría moderna de las abejas. En 1974 con los conocimientos adquiridos, detecta por primera vez los rasgos de africanización de abejas en Pucallpa, debido a la variación de su agresividad innata, forma y dimensiones de su cuerpo. En 1984 es el primero en dar la alerta a través de diversos informes e investigaciones, sobre el ingreso de del ácaro de la Barroa al Perú y que desde ese año empezó a diezmar paulatinamente las colmenas peruanas y la productividad de la industria.


No obstante, sus múltiples labores, nunca dejó de preocuparse por su rol como padre, y de motivar nuestro emprendimiento, la disciplina y creer en el autoempleo. Recuerdo los sábados que se dedicaba a enseñarme matemáticas y sus ejemplos siempre incluían algún insecto que se restaba, sumaba, dividía y multiplicaba, así quien no aprendía!. También recuerdo cuando en el jardín de infancia las maestras organizaban el día de las mascotas, y su contribución era proveerme de jaulas para transporte de reinas, con zánganos en ellas, los otros niños adoraban la experiencia. El primer emprendimiento de negocio familiar que recuerdo, fue una pequeña plantita para el envase de miel de abeja en mi casa, producto que se colocaba en las Tiendas Wong de 2 de mayo y óvalo Gutiérrez, así como en diversas bodegas de barrio. Un día Erasmo Wong Padre, nos devolvió los frascos de miel que se habían solidificado, aduciendo que el producto se había malogrado, yo preso de la indignación rompí el silencio de niño tímido para replicarle “miel que no se solidifica no es miel pura señor”, luego de lo que mi padre intervino y explicó las consideraciones al respecto. Hoy veo con orgullo que en las tiendas por retail se vende miel cristalizada, era sólo un tema de información.


En esa época había tanta abundancia y variedad de miel en el pequeño almacén que habíamos armado en nuestra casa que, hasta la mascota de la familia, una perrita cocker spaniel, comía miel, habiéndola mi padre adiestrado para que nos indique cuál miel le gustaba más. Sin saberlo, nuestros proveedores eran aprobados o reprobados por tan noble mascota.


En 1993, cumpliendo 30 años dedicados a la docencia, investigación y asistencia técnica, se aparta de la Universidad y de su puesto como Jefe del Apiario, para dedicarse a la actividad privada, tiempos de convertir la sala de mi casa en aula improvisada para exalumnos que acertaban con una visita. Viajes a provincias que aprovechábamos hacer en familia y donde se le solía ver rodeado de un verdadero enjambre de entusiastas y algunas abejas.


En agosto del 93, fue reconocido por la Sociedad Entomológica del Perú por las actividades y acciones realizadas para la apicultura en los 40 años de labores ininterrumpidas vinculadas al desarrollo del agro peruano.


Un año más tarde, recuerdo haberlo visto en su sillón preferido, leyendo el diario del día, con una sonrisa de satisfacción enorme: dado que en el marco de la Ley N°26305, promulgada el 11 de mayo de 1994, se declaraba de interés nacional la Apicultura y la actividad agro-industrial de los productos apícolas, y se ordenaba la formulación periódica de un Plan Nacional de Desarrollo Apícola; lo consideró como el mejor reconocimiento tácito de su carrera.


Agradezco en nombre de mi familia, a todos ustedes por el reconocimiento realizado hacia mi padre, al denominar el presente Congreso con su nombre, a la UNALM por tenerlo presente en sus periódicas publicaciones y haber reconocido oficialmente al apiario de la universidad como “Apiario Miguel Dávila Noriega”.


No me queda nada más que poner vida a sus palabras, nunca más vigentes que ahora, extrayendo para ello el párrafo final de la carta dirigida al rector de la UNALM, el año 1993 con motivo de solicitar su cese:


“…hace más de 30 años que acudo diariamente a la universidad como alumno, docente y esa vivencia ha hecho que mi relación de estudiante, profesional y social con el alumnado, empleados administrativos y todos los docentes haya sido en todo momento muy cordial y fraternal. Por ello quiero expresarle a Ud. Sr. Rector y por su intermedio a todos los nombrados, el más profundo agradecimiento por las expresiones de amistad y colaboración que siempre encontré en cada uno de Uds.”


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